lunes, 3 de julio de 2017

La princesa está triste

¿Qué le gustaba a mi sobrina a los 11 años? No tengo capacidad para responder a esa pregunta porque los recuerdos se mezclan. Además, a esa edad ya tenía suficiente independencia para no necesitarnos para satisfacer sus inquietudes intelectuales. 

Recuerdo que estuvo ingresada en el hospital cuando tenía cuatro años y emitieron en la televisión "¿Qué he hecho yo para merecer esto?", se desternillaba con esa película. Por aquella época también veía una y otra vez, Planta Cuarta; y poco después La Ciudad de los Niños Perdidos. Las películas de Disney no le hacían mucha gracia. Me necesitó para leerle Manolito Gafotas hasta que ella aprendió. Luego ya devoró ella sola esos libros y las viñetas de Mafalda. Por desgracia otras diversiones han ocupado el tiempo que dedicaba a la lectura. Desde los cuatro años está apuntada a un grupo de teatro: West Side Story, La Bella y la Bestia, La Cenicienta, Cabaret... Ella siempre hace pequeños papeles. Suelen cantar y en mi familia tenemos un oído pésimo (es genético). Hace gimnasia rítmica. Casi siempre escogen músicas de Alberto Iglesias porque, aseguran, su ritmo se ajusta muy bien a sus movimientos. En verano, con el dinero que ha ahorrado durante todo el año, se apunta a un campamento de surf donde también se aprende inglés. 

Mi sobrina es una adolescente normal, como sus amigas. A algunas les gusta leer, a otra las películas de Harold Lloyd, una compite en natación, otra sabe tocar muy bien el piano, otra es autodidacta y se está preparando para ser maquilladora de efectos especiales... 

Estos últimos días se ha montado un pollo enorme porque una publicación asegura que la princesa Leonor disfruta leyendo a Stevenson y Carroll y viendo películas de Kurosawa. ¿Qué niño de 11 años no disfruta leyendo La Isla del Tesoro o Alicia en el País de las Maravillas? Las películas de Kurosawa sí chirrían un poco como gustos infantiles. 

Hay quienes se ven en la obligación de defender los gustos de la niña porque muchos se han burlados de ellos al considerarlos demasiado intelectuales. (Los comprendo, hace tiempo vi a un señor de unos 40 años disfrutando durante la hora y media que tarda el autobús Granada-Málaga, de episodio tras episodio de Bob Esponja). 

A mí me parecen unos placeres impuestos por el papel de princesa. Seguramente inventados por un asesor que intenta no deteriorar aún más la monarquía en España. Probablemente ha evitado incluir algún autor o director de cine español para no menospreciar al resto. 

Sería triste que los gustos de una niña de 11 años estén tan faltos de imaginación. 

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