jueves, 6 de julio de 2017

Día de perros

Hoy no tocaba madrugar. Lo único que tenía que hacer esta mañana era dedicarla a la enésima reunión con los abogados del divorcio. Parece una historia que no terminará nunca. Le pido prestada su sala de reuniones a un compañero, aprovechando que está fuera. Normalmente las reuniones son en Madrid o Málaga, pero hoy Guille tenía asuntos por aquí. Llegan tarde, pero no me importa porque es una mañana muy extraña. Hace tanto viento que la tela gruesa que se ha soltado de uno de los toldos de los balcones de arriba, golpea con furia el vidrio. Parece un ser animado que quisiera entrar en la sala. Antes de darme tiempo a subir al piso de los dueños del desastre, la tela se desprende del todo y cae a la acera. Alguien, una mujer joven, grita: Ten cuidado, hijo de puta, que podrías habernos matado.

Sólo llega con uno de los abogados de su séquito. Guille está extraño con el pelo teñido y una grieta muy profunda entre sus cejas. Antes sólo era una arruga insignificante que solía desaparecer si le tensaba la piel. Pero ahora resultaría menos extraño que tocara la cara de su abogado, que siempre me mira con una sonrisa, que a Guille. 

La reunión es aburrida. Un rollo de informe económico de la empresa de Guille. Mientras se habla de cifras que me traen sin cuidado, fuera el viento enfurece. El vidrio doble no amortigua el ruido de los golpes de ventanas y puertas que se cierran de golpe, de los toldos sacudidos como velas de barco en un vendaval ni de las sirenas de los camiones de bomberos. 

Cuando salgo a la calle, el viento se ha apaciguado. Regreso con pereza a casa, dándole patadas a las ramas y hojas de árboles que alfombran el suelo. 

Michey y Rambo me esperan a la puerta de casa. Rambo es el perro del hermano de Mickey. Se lo cuida durante unos días porque él está haciendo obra en su casa y no podría ocuparse de él bien. Rambo necesita que le curen el hocico porque se ha cortado con una rama, con las que jugaba mientras venían del aparcamiento a casa. 

Me derrumbo en el sofá. Rambo lo hace en el suelo, a mi lado, con las patas para arriba. Quiere que le rasque la panza. Dormitamos mientras Mickey se ocupa de nuestra comida. 

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