domingo, 11 de junio de 2017

Las dos flores

Conocer la muerte de una compañera me hace mirar las fotos del colegio. La busco entre muchas caras que ya he olvidado por completo y otras que reconozco con las modificaciones del paso del tiempo. Margot, Margarita, Marga. Una de las empollonas de la clase. Había dos. Ella y Rosa. Creo que de la clase, yo era la única que las miraba con envidia. No eran amigas entre ellas; pero se complementaban y conseguían que la otra fuera aún mejor. Estaban en constante pique, queriendo superar a su contrincante. Puede que si el azar no las hubiera unido, sólo hubiesen sido estudiantes mediocres. 

Me gusta repasar las fotos antiguas. En la única que tengo en la que aparecen ambas, es de grupo, toda la clase bien formada. Rosa a la derecha, larguirucha y con expresión de superioridad, Margarita a la izquierda, mucho más baja y mirando a su derecha, como si quisiera escapar de aquella obligación. Cada una en un extremo, los corchetes que contenían a la mediocridad. Miro esas fotos e invento la vida de quienes desconozco el futuro que tuvieron después del colegio. De ninguna sabía nada, lo que me permitía fantasear. Las imaginaba juntas, en constante pique, compartiendo apartamento, en algún lugar importante donde sus superpoderes: sus inteligencias, fueran lo común, como la NASA o cualquier empresa informática de logotipo reconocido hasta en el más recóndito rincón del planeta. 

Pero no. Rosa estudió pediatría y ejerce en una clínica privada de Antequera y Margarita, empresariales, aunque nunca ejerció. Se casó pronto. Tuvo tres hijos y lleva dos años muerta. Una antigua condiscípula puso el recordatorio por el segundo aniversario de su fallecimiento en alguna red social y la noticia, como si fuera una pelota de goma, ha rebotado de un lado a otro hasta llegar a mi whatsapp. Los embarazos fueron acumulando peso a su cuerpo menudo hasta conseguir que su corazón, por el esfuerzo, estallara. 

D.E.P

No hay comentarios:

Publicar un comentario