miércoles, 28 de junio de 2017

El pecado de la monogamia / El pecado del nacionalismo

En más de una película surcoreana he visto repetida la misma escena: reyes que por primera vez van a mantener una relación sexual y, desde el otro lado de la puerta cerrada de la alcoba, alguien lee las instrucciones para el correcto apareamiento. Acaricie los pezones de su esposa con los pulgares, túmbese encima de ella, bésela con suavidad en los labios, si su pene está erecto... 

Reinas que apenas gozaban del sexo porque los reyes podían rodearse de concubinas o eran homosexuales y la única función de la fornicación era procrear. 

Si esa escena está basada en la realidad -en ocasiones una fantasía se repite tantas veces que se vuelve creíble-, espero que las instrucciones no fueran leídas por un eunuco. Debía de ser frustrante excitarse por la cercanía de dos cuerpos que fornican y no poder satisfacerse. 

Es curioso cómo las circunstancias a las que nos enfrenta la vida, nos hace cambiar de parecer. Hasta hace poco pensaba que cualquier hombre o mujer puede pasar toda su existencia pegado a una única persona. Ahora esa idea me produce una profunda tristeza, como si la convicción de permanecer confinado en una habitación muy reducida, nos pareciera correcto, por amor a ese trozo de tierra donde se ha nacido. ¿Por qué limitarnos a sentir las caricias y el cuerpo de una única persona?

¿Son la monogamia y el nacionalismo lo mismo? 

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