jueves, 10 de noviembre de 2016

Los ni pollas

En Granada existen palabras, expresiones y coletillas que fuera de sus fronteras pueden parecer malsonantes. Aquí te pueden decir que tienes malafollá y no debes mirar a tu pareja con ojos acusadores, sólo te están asegurando que eres antipático o arisco. 

Una coletilla muy usada es ni pollas. No creo que tenga significado, sólo sirve para hacer hincapié en lo que se dice, o para asentir.

En el bar al que suelo ir a desayunar hay dos señores que utilizan tanto esa coletilla que Guille y yo los conocemos por Los ni pollas. Llevaba unos días sin verlos. Temí que se hubieran mudado de bar, pero en realidad he sido yo la que he cambiado de horario, como el resto del país. Solíamos encontrarnos a las nueve. Hoy que he tenido que madrugar un poco más, me los encontré sentados a su mesa de siempre, junto al escaparate del bar, mirando al exterior y conversando. 

Poco a poco he ido conociendo sus historias. Ambos eran camioneros y ambos están jubilados, uno por ser mayor de edad, el otro por una lesión en la espalda que le hace ir tieso, como si estuviera empalado. Se parecen tanto físicamente que podrían pasar por padre e hijo, aunque no tienen parentesco, o al menos no lo reconocen delante de la camarera. 

Una de las últimas veces que los vi, fingían encontrar razones para que todas las mujeres del alrededor fuéramos violadas. Un presentador de televisión había culpado a la víctima de la violación de los San Fermines de habérselo buscado por haber ido con cinco hombres por una zona apartada. Fingían estar en su mente y pensar como él, hasta que su propia parodia los puso demasiado tristes. 

- Menudo hijo de puta -dijo el mayor. 

- Ni pollas, tío -asintió el otro.

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