lunes, 14 de noviembre de 2016

¿A qué huele la luna?

Meto las narices en el pelo de Guille y aspiro. Probablemente el olfato es el sentido que menos estimamos, exceptuando si es catador de vinos o diseñador de perfumes. Pero realmente se echa en falta cuando se ha perdido y se agradece cuando se recupera. Guille me espanta como si fuera un molesto moscardón. Pero qué te pasa, me pregunta, si mi pelo huele igual que el tuyo. He utilizado el champú que tenemos en la ducha. Se equivoca. El olor del champú es más intenso y nítido en su pelo. Es un perfume artificial a manzanas. Las manzanas reales no huelen así, pero la industria de la perfumería nos ha adiestrado para que las identifiquemos con ese aroma. 

Algunos olores, como si estuvieran atados por un hilo invisible, arrastran con ellos recuerdos; otras veces es al contrario, cualquier cosa está asociada a un olor. Deberá trascurrir mucho tiempo para que mi cerebro deje de identificar los planos y fotografías de La casa de los pájaros con el hedor a guano de paloma y a humedad rancia de lugares largamente cerrados. O la 5º Sinfonía de Beethoven, para mí siempre olerá al perfume Anaïs Anaïs. Estaba en el instituto, conseguí superar la reticencia a ir sola a un concierto de música clásica. La madre de la compañera con la que me quedaba aquel fin de semana, después de peinarme con una trenza francesa, me roció con su perfume. 

Me alegra haber recuperado ya el olfato perdido por el resfriado. Seguro que la luna gigantesca que estoy viendo en este momento, oronda, brillante, tímida tras una neblina de humedad, por encima del perfil de Sierra Nevada, estará asociada al perfume sutil de los jazmines que el frío aún no ha derribado y que crecen en algunos patios de los alrededores.

1 comentario:

  1. Ahora si que me has arrancado una buena carcajada! Yo siempre he infravalorado el sentido del olfato, supongo por lo poco perceptible que soy. Ahora, asociar un aroma a un hecho, definitivamente es algo que te aplaudo, porque yo jamás lo lograré.

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