viernes, 15 de abril de 2016

Bifurcación de caminos

En la caja metálica que un día contuvo carne de membrillo de Puente Genil, en la que mi madre atesora algunas fotografías de nuestro pasado, hay muchas en las que aparece mi hermano mayor ante una tarta enorme con una única vela; la escena se repite con mi hermano mediano como protagonista, aunque en menos cantidad; de mi hermano menor sólo existe una. Para cuando yo nací, los eventos especiales, por repetitivos, habían dejado de ser importantes. 

De mi comunión sí hay muchas fotografías, pero resultan dolorosas mirarlas porque son como una despedida oficial a mi padre, en las que aparece ascético, sin pelo, sin cejas, con la piel brillante y tensa, con los ojos rehundidos y el cuello perdido en el holgado de una camisa blanca. 

Pocas fotografías más tengo de mi infancia. Algunas que me hacían en el colegio, siempre con los labios agrietados y la coleta mal hecha. A partir de mis 15 años sí tengo muchas, mi hermano mayor pasó por una prolongada, casi indefinida, y precisa etapa de fotógrafo-reportero. Se compró una cámara carísima, exigió uno de los baños como cuarto oscuro y cualquier evento, por insignificante que fuera, terminaba como negativo en alguna de las carpetas que aún conserva. Del día de mi 15 cumpleaños hay una foto. Estoy apoyada en el ciclomotor que me habían regalado (heredado). Era un trasto, le llamábamos de forma cariñosa el yerro, porque pesaba mucho y corría poco. Qué importante y mayor me sentía. Hasta entonces no me habían dejado acercarme a cualquier vehículo que no funcionara con tracción animal y propia (sólo bicicletas, también heredadas de ellos). 

Qué infinito y tortuoso fue el camino hasta alcanzar los 15 años. Con cuántos amigos y conocidos, que aún son importantes para mí, me topé. Cuántos acontecimientos ocurrieron, de los que guardo detallado recuerdo en mi memoria. Qué interminable parecía cada curso...

Mi sobrina cumplió hace unos días 15 años, pero lo celebra mañana con sus amigos. Hará una barbacoa en su casa. Prohibido los adultos. Tiene su propio mundo. Se ha convertido en una extraña, independiente. Yo aún la recuerdo mirándome desde las profundidades, palmeándome la pierna para que le prestara atención, exigiéndome acompañarla a todas partes, asombrada del mundo, de todo cuanto ocurría a su alrededor. Qué rápidos han pasado sus primeros 15 años de vida. 

2 comentarios:

  1. Que triste resulta ver a los seres queridos con un deterioro progresivo, que anuncia su inminente despedida definitiva. Lo hemos vivido en los últimos años. Aunque pinso que quien más sufre es el propio paciente.
    En cuanto a las cajas de lata estampadas y rectangulares, que contenían carne de membrillo, yo también tengo una que me hace un gran "avio". Abundan las que sirven de caja de costura. Supongo que existen en una gran parte de los hogares españoles. Nada más por eso, Puente Genil merece un homenaje nacional.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mi madre colecciona cajas metálicas del Cola-Cao. Siempre que veo un mercadillo o una tienda de segunda mano, busco por si encuentro alguna en buen estado. Eran muy bonitas, con dibujos de flores o motivos japoneses. Muy funcionales. Una pena que ya no sigan haciéndolas.

      Eliminar