miércoles, 20 de enero de 2016

Las bandadas del futuro

Tengo un pascuelo que pierde hojas. Soy una asesina de plantas. Por mucho mimo que ponga en cuidarlas y aunque siga a rajatabla los consejos del vendedor de plantas, no puedo evitar que terminen chuchurriéndose y pasando a la eterna inexistencia. Cuando el pascuelo pierde alguna hoja y cae, aunque el sonido que hace es tenue, doy un respingo porque temo que se trate de un animal. Desde que medí la Casa de los Pájaros, creo que puede aparecer en cualquier rincón una rata enorme. Me sorprende el ruido de una hoja que cae pero no el zumbido de un dron que Guille dejó en casa y que de vez en cuando despierta, da una vuelta por todo el piso y vuelve a su rincón. 

Guille y su colega están entusiasmados con los drones. Empezaron utilizándolos exclusivamente para su trabajo de topografía y para contar árboles en las plantaciones (los solicitan los ingenieros agrícolas). Algunos pueblos los han contratado para detectar obras ilegales. 

A mí los drones no me parecen muy diferentes a los aviones teledirigidos (Guille ya me ha reprochado que suelte semejante burrada). Pero estoy muy agradecida a esos trastos porque Guille puede hacer su trabajo sin tener que estar cerca de las fincas. Cuando va a determinar lindes, es muy peligroso, sobre todo si los vecinos tienen alguna rencilla (y casi siempre las tienen). 

Drones vigilantes de niños, drones perseguidores de ladrones, repartidores de pizzas, mensajeros, pintores de fachadas y techos, repartidores de medicinas, detectores de incendios. 

Guille está convencido que en breve, al igual que casi todas las personas tienen un móvil y un ordenador, también dispondrán de un dron multitareas. 

A veces veo a Guille mirar con atención el cielo. Me pregunto si mira con deseos de verlo ennegrecido por bandadas de drones, o, al contrario, teme ese día. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario