miércoles, 9 de septiembre de 2015

Un día cualquiera: ¿Papiroflexia o el sufrimiento de la gramática?

- Han llovido gusanos.
- Una de las funcionarias de los juzgados de Málaga está a dieta.
- El llanto de mi madre me ha hecho feliz.
- Me han regalado dos melones. 
- ¿Papiroflexia o el sufrimiento de la gramática?

Con la llegada de septiembre y la vuelta al colegio de los niños, con sus mochilas saturadas de material escolar a estrenar, me entra morriña de esos días de aprendizaje. Hubo un tiempo en el que siempre que iba a visitar a mi madre, llegaba cargada con títulos de cursos hechos. (Mi madre enmarcaría hasta una amonestación colegial, siempre que en ella apareciera el nombre de mis hermanos o el mío).

Frente a mi casa hay una academia donde imparten cursos de lo más variados y extraños. Antes de terminar agosto, me apunté a uno de 50 horas para aprender a utilizar el programa de 3D SketchUp. Ser autodidacta con los programas de ordenador está bien; pero los cursos te permiten tener otra perspectiva: la del profesor, y se suele aprender alguna cosa interesante.

Ayer me llamaron: no se va a dar el curso porque no han conseguido los cinco alumnos mínimos que lo hace rentable. Podía escoger otro curso o me devolverían el dinero adelantado. Me leyeron los que aún tenían plazas libres, desde contabilidad a preparación de oposiciones. Ninguno de utilidad para mí. Sin embargo, dos me resultaron atractivo por satisfacer más mi tiempo de ocio que un hueco en mis conocimientos laborales: un curso de papiroflexia de 10 horas u otro de escritura creativa de 60.

¿Quién puede estar interesado en el curso de papiroflexia? Al parecer, mucha gente, desde profesores, sobre todo de guarderías y primaria, a abuelas, pasando por terapeutas ocupacionales. Siempre quise aprender a hacer grullas de papel, pero eso es algo que se puede conseguir siguiendo los pasos en mil páginas de Internet o en los vídeos de Youtube. Creo que el curso de escritura creativa me sería más útil, para tener un conocimiento más detallado y profundo de cuanto leo, más que para escribir, algo que -supongo que por mi desconocimiento- estoy convencida que no se puede aprender y, menos, enseñar. Pero el miedo a que el curso se fundamente demasiado en conocimientos de gramática, una parte de la lengua para mí prácticamente desconocida, me retiene.

Creo que finalmente optaré por la devolución del dinero y con él me compraré unos zapatos. Suelo usarlos hasta que se desgastan y rompen. Cuando los mire, llenos de grietas y rozaduras, pensaré que son los culpables de que a mí aún me guste darle a las teclas y soltar chorradas porque es verdad que la ignorancia es atrevida. 

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