martes, 15 de septiembre de 2015

El escondite de la verdad

¿Hay alguna religión que tenga como uno de sus mandamientos más importantes el no prejuzgar a nuestros semejantes? Yo debería apuntarme a ella. 

Compartimos un patio de luces con un bloque cuya dirección postal parece estar a kilómetros de la nuestra, pero que un vuelo de la zona identifica como hermanos siameses. El patio, como una chimenea gigantesca, parece un amplificador de olores, penumbra y, sobre todo, de sonidos. Desde mi atalaya sólo los días de lluvia se pueden ver las losetas rojas de su suelo. Los demás días, una maraña de cuerdas y ropa tendida las cubre, como si se tratara de una tupida red que hace creíble e imaginable un descenso suave y sin daño hasta sus profundidades. 

En una de la terrazas tendedero de enfrente, dos pisos por debajo del mío, muy a menudo hay asomado un señor muy flaco, casi todo huesos, que, apoyado en el antepecho, se balancea y mira al fondo, como si sopesara tirarse. A ese hombre lo he visto enflaquecer en muy pocos meses. Antes del verano tenía una constitución normal, tirando a atlética; ahora es como el boceto de un muñequeto, representado cada extremidad con un solo trazo. 

Yo misma me hice una película para explicar el deterioro del hombre: tiene cáncer terminal y se muere. Me entristecía, porque muy a menudo su mujer le arma unas broncas tremendas. Sólo se escucha discutir, gritar, a ella. Lo hace en árabe y en francés. Sobre todo en árabe, cada una de sus palabras vociferadas, parecen escupitajos. Cuentan mis hermanos, que durante la enfermedad de mi padre, todos estaban constantemente enfadados porque la monotonía de las vidas se nos rompía y no podíamos hacer nada por evitarlo. ¿Es eso lo que le ocurre a la mujer del hombre delgado? 

Hoy los gritos de la mujer han llegado muy lejos, a 420 km de distancia. Uno de los enfados femeninos coincidió con la llamada nocturna de Guille (está en Madrid y me suele llamar en cuanto terminan sus clases). Guille tradujo las palabras que la mujer vomitaba en francés: ¿No es comprensible que se queje y aúlle si su marido se ha gastado el dinero del material escolar para sus hijos en droga? 

2 comentarios:

  1. Droga!!?? maldita invención del hombre!! la bomba atómica es preferible a ella, al menos causa una "muerte limpia" sin dejar corrompido el corazón de los hombres. Mi barrio, que estoy consciente que está repleto de malandros, era segura, pues entre vecinos nos cuidamos, y los propios malandros son los mejores vecinos, en verdad, no molestan a los vecinos, van y hacen lo que tienen que hacer en otro lugar. Eso siempre fue así toda mi vida consciente, hasta que hace uno o dos años, esa... cosa, llegó por acá. Ahora nadie está seguro ni en su propia casa. En China, consiguieron erradicarla, al menos en alguna ocasión, con ley marcial: quien tenga en posesión 10 gramos de lo que sea, va directo al paredón. La factura de la bala, más el costo de la factura más el envío, se les cobra a los familiares.

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