domingo, 3 de mayo de 2015

La justa medida

Fue como el traje invisible del rey. Una de las compañeras de piso, durante el primer año de carrera, aseguró que la no utilización de champú al lavarse el pelo, incluso el no lavarlo durante semanas, lo embellecía. La idea venía avalada por un programa de medicina que había escuchado la madre de nuestra compañera en la radio. De las cuatro que seguimos aquella antihigiénica costumbre, fui la primera en abdicar. Mi pelo sin champú sí parecía sucio, asqueroso, apelmazado por la grasa, hediondo, desagradable al tacto; y el de mis compañeras también, aunque ninguna quería admitirlo. Aguanté una semana, pero no lo dejé por las evidencias, sino por el razonamiento. Cuando mi madre estuvo deprimida y su higiene era más que deficiente, su pelo simplemente parecía asqueroso; al mío le ocurría lo mismo.

Los medios de comunicación tienen el poder de convertir cualquier dato, cualquier idea o comentario en verdades irrefutables. Creer a un médico que aseguró en la Cadena Ser que los cortes de digestión no existían, me llevó al borde de la muerte (tuve uno mientras me bañaba y me sacaron medio ahogada del agua). 

Esta mañana desayunaba con un médico al que le estamos diseñando una vivienda. Es un médico que no tiene aspecto de serlo. Suele vestirse con una combinación de colores dignos de un daltónico y su entrecejo necesita una poda, o su cerebro la convicción de que la ideas no se quedan enredadas en una maraña de pelos; pero sus manos son delicadas y femeninas y su conversación tan amena que es imposible no lamentar que las obligaciones la interrumpan. Pedí un vaso de agua para tomarme un Ibuprofeno. Problemas de escleritis (Internet miente sobre este mal -se puede tener desde los 15 años y sin ser síntomas de otras enfermedades-). El camarero, un señor muy amable y servicial, quiso que no tomara la pastilla, me aconsejó que aguantara el dolor antes de tomármelo, hasta me ofreció una Aspirina. Tuvo que intervenir mi acompañante, asegurarle que no me estaba suicidando por tomarme un Ibuprofeno, para que el hombre se quedara tranquilo. 

Los ataques masivos al Ibuprofeno, en teoría del médico, tienen como fundamento el lanzamiento de otro medicamento semejante pero con patente (sabe que no sería la primera vez). Un Ibuprofeno de vez en cuanto no hace daño, al igual que tampoco lo hace una Aspirina. Si la cantidad aumenta a 20, en ambos casos, te pueden enviar a la morgue. Todo, en exceso, perjudica. Incluso las vitaminas o el exceso de carencia de sol. Todo tiene su justa medida.

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