martes, 10 de marzo de 2015

Fantasmas

Para los secuestrados en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, las SS eran meros fantasmas. Es uno de los datos que proporciona Primo Levi al final de su libro, pero que ya ha dejado vislumbrarlo hoja a hoja a lo largo de él. Apenas aparecen. Son otros presos, los protegidos, quienes les van robando sus pertenencias, sus nombres, su humanidad y sus vidas. En Si esto es un hombre, Primo Levi da a conocer muchos detalles que en los fríos e impersonales documentales que existen sobre el Holocausto han pasado desapercibidos. Asombra comprobar cómo demasiadas órdenes que se les da a los presos sólo sirven para empeorar su vida o prohibirles una pequeña comodidad. Llegan sedientos después del largo viaje en tren, pero no les permiten coger nieve pasa saciarla; existen almacenes llenos de comida pudriéndose (este dato lo conozco por el libro Auschwitz de Léon Poliakov) pero los someten a una dieta tan pobre y a trabajos tan duros que a los pocos meses en el campo de concentración, sucumben. Tienen almacenadas miles de cucharas, pero no se les proporciona para que tengan que ingeniárselas para conseguir una; las ropas de los que han pasado por las duchas, a veces son sólo harapos, pero no se les permite tomarlas a los presos para poder envolverse con ellas los pies para evitar el dolor del roce con las suelas de madera, o a las mujeres, para convertirlas en compresas (este dato lo conozco por un documental)...

Al final del libro Primo Levi responde algunas preguntas, recurrentes en sus conferencias o las cartas que recibía. Nadie pregunta por la soledad. En todos los documentales que he visto y libros que he leído sobre el Holocausto -exceptuando La Vida es Bella, aunque esa película se puede considerar un bonito cuento-, los individuos están solos, sin sus familiares, con apenas conocidos. Me pregunto si era algo que hacían los nazis a propósito: si tienes alguien a tu lado que te importa más que tu propia vida, ¿no lucharías por escapar? 

3 comentarios:

  1. Creo que, si no les daban cucharas (ni otros cubiertos), no era para que tuvieran que ingeniárselas para conseguirlas, sino para que tuvieran que comer como animales, lamiendo la escudilla. O sea, por el puro y simple deseo de hacer sufrir (todavía más).

    El hecho de ser humanos da vergüenza, y si una pudiera elegir ser de otra especie no lo dudaría.

    También digo que los mismos humanos que fueron humillados, de haber sido otras las circunstancias, serían ellos los humilladores. Pensemos que el mismo pueblo que fue víctima de tanto sufrimiento en 1939-45, ahora inflige gran dolor a otras personas, a otro pueblo, en la zona de Palestina.

    Hasta que no superemos la etapa tribal y nacionalista (lo que no será un acontecimiento histórico, sino biológico), esta especie -la nuestra- dará asco.

    Sandra Suárez

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sandra, tú misma asumes la visión tribal y nacionalista al decir que las personas que dirigen la politica actual de Israel forman parte de esa entidad abstracta que llamas "pueblo" y a la que pertenecen también las víctimas del holocausto, cuando en realidad son personas y épocas totalmente distintas.

      Eliminar
    2. Es verdad lo de los cubiertos. El propio Levi lo menciona en el libro: convertirlos en animales incluso a la hora de comer.

      Hasta hace poco me asombraba que a Israel se le permitiera hacer tantas barbaridades, todas en contra de los derechos humanos, y pensaba que se les perdonaba tanto por el sufrimiento que padecieron por el nazismo; pero los humanos tendemos a tener poca memoria. Supongo que si se les perdona tanto es porque tienen mucho poder político y económico en las superpotencias mundiales en la actualidad.

      Eliminar