sábado, 8 de noviembre de 2014

La pantomima

Estoy convencida que en cualquier lista del electorado mi nombre está acompañado de un asterisco que especifica: *Pardilla. Raras son las elecciones que no me nombra presidenta o vocal de una mesa electoral. En algunas de las últimas elecciones tuve la previsión de comprar uno de esos vuelos muy económicos de Raynair para librarme de tener que pasar todo un domingo encerrada en el aula de un colegio viendo pasar personas que tienen planes muchos interesantes que el mío. Un viaje sí te exime de la obligación de ser miembro de una mesa electoral, pero no tener que cuidar a una persona enferma. Me ocurrió el primer año de casada: A Guille le acababan de hacer una endoscopia en una rodilla. Estaba dolorido. Apenas se podía mover de la cama y había que pincharle heparina y darle medinas para la inflación y la fiebre. No sirvió de nada. Si no hubiera cumplido con mi obligación de ciudadana, me habría tenido que enfrentar a las consecuencias -según me dijeron- (ignoro cuáles son las consecuencias). 

Si tanto me exigen (ya he estado en tres mesas electorales), ¿no deberían tenerme en cuenta para satisfacer uno de mis derechos? No ha habido forma de votar por correo para el plebiscito del 9-N. Ya sé que son unas elecciones ilegales, pero si se celebran y no quieren que parezcan completamente una pantomima, ¿no deberían haberlo hecho mejor? No sé cuánto dinero se van a gastar, pero si lo hacen, ¿no deberían habérselo tomado más en serio? Estas votaciones sólo parecen una pataleta de Mas que únicamente servirán para mentirse a sí mismo. Aunque el electorado vote masivamente, y la respuesta sea afirmativa, ¿tendrá algún valor? No ha habido campaña electoral igualitaria. Al electorado sólo se le ha dado una idea parcial de lo que puede significar la independencia de España. 

Qué estultos son los políticos. En esta ocasión han preferido la urgencia, las prisas (tal vez por temor a que se acabe la crisis y la conyuntura social no sea tan favorable a la independencia) a hacerlo bien y conseguir que los tribunales internacionales dé el derecho a escoger de un pueblo; lo que también significa a hacerlo con pleno conocimiento de las consecuencias. 


2 comentarios:

  1. Yo creía que sólo aquí los políticos eran unos descerebrados, pero ya veo que es una pandemia que azota en todos lados. Por aquí ocurrió también algo similar. Nuestra querida, desdichada y descerebrada oposición, se les ocurrió medir fuerzas internamente, (un hecho ya hace unos años), para ver quien iba a pulsear con chávez por la presidencia. El resultado fue excesivamente desalentador: los candidatos se echaban cuchillos entre sí (y se llaman la mesa de la unidad), la cantidad de votos llegó a duras penas poco más del millón (de más de quince millones de votantes activos), y total nunca se trazó un plan de gobierno, sólo se dedicaban a echarle peste al oficialismo (que si está muy apestoso) y a sus "compañeros" "adversarios",

    Muy a menudo pienso que cuando ni uno sabe lo que quiere, es mejor no comprar nada. Extrapolado al caso de ustedes (me refiero a lo de la independencia de Cataluña), porque el de mi país está muy claro, los residentes están más claros que los propios políticos de lo que quieren: una vida tranquila, donde haya trabajo bien remunerado, que alcance para satisfacer la vida cotidiana y sobre para darse gustos. Si eso es lo que se quiere, se torna evidente que la independencia es sólo una vía para no lograrlo. Eso es mi ignorante punto de vista.

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    1. Creo que la mayoría de los ciudadanos deseamos lo mismo: vivir tranquilos, sin sobresaltos, tener trabajo, paz y que se ocupen de cubrir nuestras necesidades básicas -ya que nos sangran con los impuestos-. Los únicos que no lo comprenden son los políticos, que buscan problemas inexistentes y enfrentamientos. Estoy convencida que sólo estaremos bien gobernados cuando se ocupe de ello una máquina, y no un puñado de individuos que piensan en el enriquecimiento personal en lugar del bien general.

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