domingo, 23 de noviembre de 2014

Aquellos tiempos oscuros

Cuando Guille está fuera, como ocurre desde el martes de la semana pasada, evito mantenerme ociosa para no recordar su ausencia constantemente. Debería estar recorriendo la ciudad para ver qué desperfectos hizo el viento ayer en los jardines y las casas viejas. Un árbol cayó sobre la estatua de Ángel Ganiver en la Alhambra y la decapitó (esto lo sé por el periódico). Es como si el tiempo quisiera resarcirnos del tedio y la monotonía a la que nos sometió durante todo el verano. Rachas de viento de 80 Km/h no son normales por estas latitudes, tampoco temperaturas de 25 o 26ºC a finales de noviembre, disimuladas, en parte, porque los primeros fríos invernales habían penetrado en los edificios y el asfalto; pero las noches gélidas no permiten que expelan las bajas temperaturas. Al mediodía, a la vuelta a casa de quien madrugó, las prendas de abrigo son fardos incómodos en sus brazos. Según las páginas webs del tiempo, la tregua que el otoño se ha tomado llega a su fin con esta semana; aunque es posible que los meteorólogos de esas páginas sólo intenten parecer creíbles y disfracen los resultados de sus cálculos con normalidad. 

En lugar de salir a la ciudad, me quedé encerrada, diseccionando las entrañas de algunos discos duros antiguos (los ordenadores obsoletos, los que no heredó mi madre, han terminado convertidos en discos duros externos -algunos no tienen más memoria que los últimos pens que hemos comprado-). Ha sido como volver a un pasado muy remoto en el que me cuesta trabajo identificarme. Mezclados con mis primeros trabajos torpes y vergonzantes, encontré muchos rastros de en qué ocupaba mi escaso tiempo de ocio de entonces. Hace exactamente una década, leía casi exclusivamente a Stephen King y a V.C. Andrews, me encantaban las películas romanticonas y escribía e-mails cursis que nunca tenían respuesta, a mi novio de entonces (no sé si su machismo me hizo dejar de quererlo o dejar de quererlo me hizo ver su machismo). 

Dentro de una década, ¿me avergonzaré de la persona que soy hoy? En realidad espero que sí: significará, probablemente, que he avanzado, mejorado. 

9 comentarios:

  1. Tampoco está tan claro que haya mucho que mejorar en el futuro ni arrepentirse de lo hecho en el pasado. Somos un producto de nuestras vivencias y así hay que asumir la vida, como una secuencia de éxitos y fracasos que solo nosotros conocemos porque los demás ignoran el motivo que nos impulsó a actuar de un modo determinado, con la ayuda siempre omnipotente del caprichoso azar, verdadero protagonista de casi todo.

    Ya casi nadie, excepto los nostálgicos recalcitrantes, se atreve a afirmar que cualquier tiempo pasado fue mejor.

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    1. Con su permiso, Señor José, y sin intención de generar discusión, sino más bien opiniones, aquí en donde vivo, dicha afirmación aún es muy popular en la población, y en gran medida con razón. Debo aclarar que es algo muy atípico así que en realidad no viene el caso. En lo que me atrevería llevarle la contraria, es que por lo general, la felicidad radica en la ignorancia, por lo cual en tiempos pasados, eramos menos conocedores y por ende más felices, dando como resultado dicha afirmación.

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    2. Lo único que echo en falta de aquel tiempo (me refiero a cuando acababa de terminar la carrera) era la sensación de estar empezando algo nuevo. Paradójicamente, respecto a la economía, me sentía como si estuviera al borde de un abismo, a punto de caer, exactamente como hoy en día.

      No sé si fue un tiempo mejor o peor, diferente, sin duda. Lo que oscurecía aquel tiempo, era mi forma de ser. Estaba mucho más asilvestrada que en la actualidad, y aceptaba barbaridades que me avergüenzan restropectivamente. Arrepentirse de los errores de otro tiempo sirve -a veces, no siempre porque somos el único animal que tropieza dos veces en el mismo pedrusco-, para evitar cometerlos de nuevo.

      Dentro de una década, espero ser culta, haber logrado que me gusten algunos autores que sé son buenos, pero me dan miedo o me aburren; que me gusten mejores músicas y tener la posibilidad de satisfacer el capricho de asistir con regularidad a actuaciones teatrales y musicales. Y, sobre todo, espero tener una percepción más clara de cualquier hecho.

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    3. En resumidas cuentas, tienes ganas de llegar a la madurez. Pero el proceso vital tiene su tempo y el intento de adelantarlo es un error. La condición de la juventud es, precisamente, avanzar mientras se cometen errores motivados por excesos impulsivos. Lo amargo de la paradoja es que cuando se alcanza esa madurez se añora la juventud. Tan sabia y tan cabrona la vida.

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    4. Como siempre, yo llevando la contraria. Recuerdo un dicho que reza: "la vejez es cuestión de edad, la juventud cuestión de actitud". Un poco dislocado en el contexto, pero creo que el conocimiento y la sabiduría, que se obtienen con experiencia y en consecuencia con el tiempo, no tienen porque distanciarse de la juventud. Usted es un buen ejemplo. Y conozco a una señora de 91 años, con la experiencia de haber criado más de 15 niños a lo largo de su vida, todos hombres mujeres hechos y derechos, y ella irradia más juventud que cualquiera de sus hijos.

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    5. No, no lleva la contraria, usted ofrece un contrapunto a la partitura que no desvirtúa la melodía. Y muchas gracias por su tono, siempre educado y correcto, como debería ser esperable en los blogs pero que, desgraciadamente, resulta excepcional. La educación, la sinceridad, la honestidad, son valores eternos que nuestra civilización se empeña en anular por no resultar ni útiles ni productivos. Esa vergüenza sí que la sentiremos dentro de unos años, no la que le preocupa a Rebe.

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    6. Más que madurar (cosa que creo que ya he conseguido -y sin ningún esfuerzo, porque de eso se ha ocupado el paso del tiempo-) lo que me gustaría es culturizarme y deshacerme de muchos gustos propios de una adolescente. También me gustaría tener un poco más de sentido común.

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    7. También es verdad que no tiene nada que ver la edad mental y la edad física. Conozco a un señor con medio siglo a sus espaldas que demasiado a menudo tiene el comportamiento de un crío de 5 años. Y mi sobrina, de 14 años, tiene un comportamiento mucho más maduro, menos caprichoso y más serio que el de su madre, que ronda los 40 años.

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    8. Me gusta que haya buen rollo por aquí. No comprendo a quien considera las opiniones contrarias o diferentes como ataques personales. Si todos pensáramos lo mismo, la vida sería muy aburrida.

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