lunes, 25 de agosto de 2014

Los monstruos de la sinrazón

Por lo general, no somos conscientes, no se nos queda en la memoria, qué pensamientos tenemos en determinados y precisos momentos. Llevo unos días esforzándome para percatarme qué ideas rondan por mi cabeza cuando entro en un ascensor. En los últimos días:
Tengo que comprarle una corbata a Guille para el traje gris (es uno de los trajes que más le gustan, pero se lo pone con una corbata a rayas grises, blancas y azules y parece un ministro).
Debería ir a la peluquería (tengo abiertas las puntas por culpa del cloro de las piscinas).
Ay, eso debe de doler un huevo y medio y costar parte del otro (me refería a un tatuaje).
Estos pensamientos lo generaron diferentes personas con las que coincidí en el ascensor. El de la corbata, un señor mayor, familia de mi vecina del tercero. Iba emperifollado como para una boda o bautizo. Su corbata era llamativa, con muchos colorines (un estilo que jamás aceptaría Guille porque le gusta pasar desapercibido). El de las puntas abiertas fue consecuencia del pelo largo, muy largo, de un chaval con pinta de estudiante que se apeó en el primero (se tarda más tiempo en esperar el ascensor, ver cómo se cierran las puertas exteriores, la de seguridad, ponerse en marcha el trasto y ascender con dificultad los tres metros y medios, que subir a pie los 18 escalones). El pensamiento del tatuaje lo originó mi vecino de abajo (el que estuvo a punto de incendiarnos el edificio porque una mañana hubo un apagón, él se fue al trabajo y dejó el calefactor, sin darse cuenta, enchufado, apuntando a un montón de ropa para que se secara). Le han hecho un tatuaje en el antebrazo, un entramado de líneas con inspiración celta. Es bonito, pero tan reciente que la piel junto al dibujo está muy enrojecida e inflamada (parece que el tatuaje tuviera relieve).

Creo que ni ante el personaje de aspecto más sospechoso, por mi mente ha pasado la idea de que el sujeto en cuestión me iba a violar; y menos aún, ante un mojigato, creer que se iba a arrancar la camisa y salir despavorido acusándome de agresión sexual. Qué triste sería caminar por este mundo imaginando que la mayoría de los que nos rodean son monstruos destinados a hacernos daño. Es lo que le ocurre al alcalde de Valladolid (espero que pronto se pueda poner delante de la definición de su cargo, el ex). Aunque es una persona mayor, parece que nunca se ha deshecho de la creencia de que bajo la cama, en el armario o dentro del ascensor, se esconden monstruos, y en ocasiones le da reparo entrar en un ascensor con una mujer por miedo a que se ponga a gritar y se arranque la ropa, acusándolo de agresión sexual. Pobre desdichado. ¿No debería ir a un psicólogo para que le cure esos miedos irracionales? Cualquiera de nosotros lo habríamos hecho porque no es normal cargar con temores nacidos de una educación rancia, de una mente que no ha evolucionado desde la infancia y de un rencor añejo y generalizado basado sólo en una falsa idea de la superioridad del sexo masculino

Foto: El País digital


Entre los muchos datos que han salido estos días de este rumiante, he sabido que su profesión original es la de ginecólogo. Que no me haya topado con él como paciente, me produce el mismo alivio que cuando en el periódico sale el listado de establecimientos de comida rápida cerrados por falta de higiene y entre ellos no se encuentran los que yo frecuento. 

2 comentarios:

  1. No sé muy bien cómo es eso de agresión sexual. Vivo en una sociedad fuertemente machista e hipócritamente católica. Lo cierto es que por ello, un hombre que acuse de agresión, sea sexual o no, a una mujer sería una... (ves a lo que me refiero?). Si por el contrario, es el hombre quien le agrede, la sociedad entera se le viene encima. En lo personal, nunca tuve la dicha, o quizás la desdicha de ser agredido sexualmente por una mujer, y gracias a dios tampoco por un hombre. Sería triste, tendría que comenzar una nueva vida.

    Respecto a los temores infundados, cada quien tiene sus propios fantasmas. Yo creía no tener hasta hace poco, un pequeño incidente al que supongo sobreviví gracias a una advertencia, a una reacción intuitiva y muy estúpida, correr como el mismísimo demonio, y una suerte sólo explicable a través de la gracia divina. Respecto a tu personaje, no lo conozco para nada, así que no puedo emitir opinión objetiva. Ahora, si fue ginecólogo, y tiene un fantasma de este tipo, es porque seguro algo le habrá pasado. Ajá ya leí el artículo relacionado. Definitivamente algo habrá hecho.

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    1. Aquí tampoco sería normal que una mujer agrediera a un hombre. Si ocurre, el hombre, por lo general, acepta el reto por temor a que su hombría se ponga en duda. Por desgracia, esta sociedad también es muy machista aún.

      El alcalde de Valladolid es un animal que demasiadas veces rebuzna y delata de qué pasta está hecho. A los políticos se les debería exigir que fueran coherentes con el puesto que ocupan. Si un alcalde debe dirimir asuntos en los que por igual implican a hombres y mujeres, no se puede esperar que pueda juzgar con imparcialidad si ha demostrado que piensa que las mujeres somos poco menos que basura preocupadas en fastidiar al próximo.

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