lunes, 18 de agosto de 2014

El oscuro ocaso

Estoy en proceso de desintoxicación de mis antiguos vecinos. De ella en concreto, la dueña de Mambrú, cuyas carantoñas al animal, si te cogían desprevenida, podían darte un susto de muerte porque parecía el inicio de un terremoto -tenía la costumbre de patalear muy fuerte contra el suelo-; y de sus relaciones sexuales, tan ruidosas que me veía obligada a tapar el micrófono del teléfono si me pillaba hablando porque parecía que estuviera viendo una película pornográfica (hubiera quedado mal, muy mal, ante mi suegra, mi madre o un cliente). Lo más extraño es que no recuerdo haberla escuchado tener nunca un orgasmo. Aunque en el piso que ocupó ahora parece vivir un ejército, no se escucha ni un suspiro. Pensé estar viviendo en un edificio fantasma: los estudiantes se han ido y aún no han vuelto (volverán la próxima semana o los primeros días de septiembre). Ni siquiera está mi vecina del segundo, a quien puedo recurrir para enterarme de los pormenores que ocurren en el edificio o sus cercanías. Me dejó una nota en el buzón: está de vacaciones en su pueblo. Supongo que esa nota y que pensara en ella a la hora de comprar recuerdos durante las vacaciones, nos convierte en amigas. 

Esta mañana tuve muy mal despertar. Era muy temprano, tanto que aún tenía el sabor del dentífrico en la boca. Mientras duerno, si no tengo ninguna obligación matutina, soy capaz de ignorar la estridencia del despertador (mi sobrina me puso el tono de Jurassic Park cantado por un burro). Pero la voz melosa y casi susurrante de una persona desde el patio de vecinos de mi bloque, me sacó del sueño con un sobresalto. Era una señora mayor, en camisón, aterrada. Pedía socorro porque había un extraño en su piso. La policía llegó casi de inmediato. Otros vecinos se habían despertado y reaccionado antes que yo. El extraño, en realidad, no lo era. La hija de la mujer aterrada se había teñido el pelo a última hora de la noche y la mujer, que tiene algún problema mental degenerativo, no había sido capaz de reconocerla. Todo se resolvió favorablemente antes de que fuera demasiado tarde para no regresar a la cama; pero fue muy difícil volver a conciliar el sueño: ¿cómo no atormentarse con la idea de dejar con vida el cuerpo, una carga y un castigo para quien más nos ha querido, mientras la mente se ha muerto?

8 comentarios:

  1. Genial: Ese símil de madrugar tanto, que aún se mantenga en sabor del dentrifico en la boca no lo había escuchado nunca. Está claro que cada día aprendemos algo nuevo.

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    1. Era literal: me acosté a las seis y media (lo último que suelo hacer antes de irme a la cama es lavarme los dientes) y los hechos ocurrieron a las siete y poco. Compré por error un dentífrico extrafuerte y adormece durante horas el paladar (nada tiene sabor después del cepillado).

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  2. Sobre la degeneración de las neuronas estaba conversando con mi jefe, pues varias de las consultoras que nos subcontratan son administrados por personas mayores, (mayores a sesenta años), y que más que relación laboral han tenido un vínculo de amistad con nosotros, y los signos de la vejez, ya están haciendo su acto de presencia en ellos. Una vida sana, una dieta saludable, ejercicios cognitivos adecuados, sin llegar a ser abusivos, suponen una tasa de degeneración reducida. Si ese es el caso, no me quedarán muchas neuronas sanas para cuando llegue a los sesenta, si es que llego: dormir a deshoras, dieta muy mal balanceada, comidas a deshoras, consumo excesivo de neuronas, radiación excesiva de monitores; de lo único que no peco es de tabaco y de alcohol, papá hizo muy bien su trabajo con mi hermano y conmigo: no hagan nunca lo que yo siempre hago.

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    1. "Para cuando llegue a los sesenta".....mmm....yo ya llegué y la experiencia es tan buena como mala, según a uno le obsesione la proximidad lenta de la muerte. A mí, de momento, ese viaje no me preocupa demasiado. Será que siempre he limpiado la conciencia con Fairy y no ofrece mal aspecto ante la presencia del Juez que todo lo ve y todo lo oye. Recomiendo no ignorarlo para no tener que reconocerlo patéticamente en los últimos segundos, esos instantes en que la soberbia cerebral de toda una vida de aleteos y desplantes se transforma en niebla frágil.

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    2. Mis recuerdos sobre mi padre eran precisamente cuando tenía sesenta años. Sus vicios de joven habían hecho mella en su frágil cuerpo, pero tenía actitud muy positiva frente a la vida. Si bien le gustaba mucho recordar el pasado, siempre le gustaba disfrutar el presente... el futuro no tanto. Sobre su recomendación, la verdad es que creo que nadie está del todo preparado para esa transición, aún cuando conociesen la fecha exacta. Por lo tanto, le acepto la recomendación, así al menos será una cosa menos de qué preocuparse cuando las luces lleguen encandilando.

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    3. Sí, hay que reconocer que ninguno estamos del todo preparados, pero el entrenamiento mental estoy seguro que será útil para llegar a meta con menos miedo. En realidad esto de vivir es muy poca cosa y conviene desmitificar los fuegos artificiales. Un abrazo.

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    4. Espero que mi lejana e irrenunciable vocación iconoclasta no haya asustado a la concurrencia. Ir siempre a la contra (pero con argumentos) es muy sano cuando la lucidez muestra los escandalosos desequilibrios en la balanza consentidos por la mayoría. Luego llega la historia y nos tira de las orejas por haber preferido la complicidad silenciosa y comodona. ¿O es que alguien es capaz de saber cuál es el rumbo actual de nuestra civilización?

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    5. Exceptuando a mi padre, en mi familia no tenemos grandes vicios. Lo malo es que no solemos ser muy longevos. La mayoría de mis tíos paternos no han llegado al medio siglo.

      Esto de la vida es sólo un instante, un segundo que pasa rápido. Lástima que no tengamos unos segundos de lucidez dentro de unos siglos para saber hacia dónde hemos avanzado.

      Yo no soy pesimista (o puede que sí). Pienso que estamos viviendo en la edad de oro de la humanidad. Dentro de muy poco se mezclará la tecnología y con la vida humana. Desaparecerán las enfermedades gracias a la nanotecnología, será más fácil tener relación con una máquina que con un ser humano, la producción de alimentos estará regida por las máquinas, al igual que cualquier industria. Podremos vivir en una habitación con todo el conocimiento a nuestro disposición.

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