domingo, 27 de julio de 2014

Página uno

Tengo un poco abandonado el blog porque estos días me han consumido todo el tiempo otras ocupaciones. La principal: leer un libro que ha escrito uno de mis profesores de estructuras de la facultad. Debería haber sido editado por la universidad el año pasado; pero la crisis ha llegado a todos los rincones (menos a los bolsillos de grandes empresarios y a las cajas fuertes de los banqueros). El libro trata de las patologías en las rehabilitaciones. Los principales errores que se cometen al intentar mezclar nuevos materiales con los antiguos, sin prestar atención a si estamos hiriendo la construcción. 

Aún no sé por qué me ha dado a leer su libro. Es un profesor que no me tenía en mucha consideración (esas cosas se adivinan y se saben, aunque nunca se hayan comentado). Me falta confianza para preguntárselo directamente. Lo más probable es que fuera un envío masivo del manuscrito a todos sus ex alumnos (me llegó un correo electrónico muy escueto pidiéndome que, si tenía tiempo, hiciera el favor de leer su libro, con una invitación a entrar en su Dropbox -el libro tiene más de 20 megas por culpa de las muchas fotografías-). 

Es inevitable sentir envidia de mi profesor. Ser tan concienzudo como para escribir más de 1.500 páginas (se queda en un tercio cuando esté editado, según me informó). Concentrarse durante meses, robar el tiempo del sueño y del ocio para trabajar, investigar, aprender... ¿qué se sentirá cuando se pone el punto final?

8 comentarios:

  1. Ya echaba de menos alguna noticia, pero si es por la lectura bien vale la pena. Claro que, los libros técnicos tienen su mérito formativo, pero como entretenimiento...
    De todas formas, admiro a quien es capaz de terminar un libro, aunque sea de cien páginas, se deben sentir momentos de felicidad al poner la última palabra. Tal vez hasta unos instantes de relamerse.

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    1. Lo estuve comentando con mi profesor (eso del orgullo de haber terminado de escribir un libro). Él asegura que es como terminar una obra. Aunque creo que está equivocado, porque en la obra no interviene una persona sola. Por lo general, el resultado depende más del capricho y la economía de los promotores (y de las capacidades del constructor) que de lo proyectado por el arquitecto. En el libro, sin embargo, sólo interviene una persona y el resultado es fruto exclusivamente de su esfuerzo.

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  2. Pues ser tan perseverante como para escribir entradas casi a diario para alegría de tus seguidores (hasta mi madre se ha hecho fan tuya) tampoco está mal. Si juntases en un libro todo lo que llevas aquí escrito, ¿cuántas páginas tendría?

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    1. Es curioso, aún no he conseguido que ninguno de mis familiares entren en el blog y me lean (sólo mi marido lo hace de forma esporádica). Tal vez eso me da más libertad para soltar chorradas.

      Estas entradas las escribo en diez o quince minutos. Si me las tomara más en serio, seguro que no sería divertido. Los libros, al menos el de mi profesor, necesitan un montón de trabajo de investigación.

      Saludos a tu madre y muchas gracias.

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  3. Lo que pasa es que nadie es profeta en su tierra. En serio, absolutamente nadie. Para mí, creo que eso es bueno, ¡De dónde tendrías para escribir tanto! Y es verdad, mucha diferencia un libro que servirá de guía, e incluso biblia, no puede tomarse a la ligereza del pensamiento, algo que es lo que me gusta leer en tu blog, y con el cual intento contaminar el mío.

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    1. En este caso, el que el profesor no pueda publicar, es culpa del dinero que la Universidad tenía destinado para editar libros escritos por profesores. Tendrá que esperar al año que viene o al próximo (todo depende de la crisis). Está muy bien que la Universidad incite a los profesores a escribir libros: así no se quedan anclados; a la fuerza tienen que estudiar y eso es beneficioso para los alumnos.

      Si me tomara en serio estas entradas, seguro que escribiría una al mes, como mucho, y no sería divertido hacerlo. Lo bueno de estos posts es que están escritos a vuela pluma, a la misma velocidad que el pensamiento (con algún retardo, que siempre hay distracciones exteriores).

      Como diría Hannibal Lecter: Quit pro quo. Yo intento contaminar mi blog de tu precisión.

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    2. Gracias por el elogio. No es más que deformismo profesional. Cuando tienes un jefe, que es más amigo, profesor, hermano mayor que jefe; y siniestramente osado, optimista y suertudo; además. de precavido con cada palabra y resultado. Trabajar con alguien así por media década es imposible no contaminarse.

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    3. ¡Qué suerte tienes! Mi primer jefe fue un zopenco, un animal con forma humana, una chimenea que no hacía caso de la orden de no fumar en los lugares de trabajo y nos atufaba con su apestoso tabaco (lo peor era cuando le daba por fumar puros: no había quién lo aguantara). No tenía respeto por nadie. ¡Qué envidia me das!

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