jueves, 12 de junio de 2014

Negro sobre negro

Tengo la piel enrojecida y con calentura, como si acabara de regresar de la playa un día de mucho sol, aunque he estado en casa casi todo el día. Guille salió temprano para una entrevista de trabajo y no regresará hasta la madrugada. No me gusta apartarme del teléfono cuando Guille viaja (mera superstición). Esta mañana temprano decidí que a la barandilla de la azotea le hacía falta una mano de pintura. Mientras volvía de la obra (hago visitas sistemáticas, aunque en este momento no hay ningún tema importante) y compraba todo lo necesario, llegó la hora de comer. Comencé a la hora que otros duermen la siesta. Cualquier labor realizada por manos expertas y vista desde fuera, resulta divertida. En la obra, los pintores son capaces de pintar una barandilla de 10 metros en un rato, yo he tardado casi toda la tarde. Desde el primer barrote supe que iba a ser algo aburrido, difícil e interminable. Es muy complicado conseguir que no se caiga ni una gota de pintura al suelo o que la brocha no deje espacios sin pintar en la superficie curva. 

Ahora, cada vez que me agacho o doblo las rodillas, crujen como ramas secas (debería ser al contrario, de las muchas veces que me he puesto en cuclillas y levantado hoy, cualquier calcificación fuera lugar, debería estar más que desgastada). Y el interior de las uñas han quedado tan negras, que tendré que pintármelas para disimular. Ahora la casa huele a aguarrás. Pero estoy muy contenta. Las inclemencias del tiempo había descascarillado la pintura y vuelto mate y gris. Mientras escribo esto, los últimos rayos de sol de la tarde inciden sobre la barandilla y la hacen brillar como si tuviera luz propia. 

2 comentarios:

  1. ¡Uf que miedo!. He pintado muchas veces verjas y barandillas. Ya la del balcón donde ahora habito se descascarilla por día. Ya me he rebelado, llamaremos a un pintor. Me aterra la idea de ponerme manos a la obra. También, por más que lo procuraba evitar, terminaba embadurnado de pintura. Prefiero de harina, como decía aquella cantinela de un programa televisivo de cocina. La cocina si me gusta y entretiene.

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    1. Menos mal que la terraza tiene gran parte de antepecho de ladrillos en lugar de barandilla. Puede que aún estuviera pintando, en ese caso. También yo terminé pringada de pintura hasta el tuétano. Cuando se ve hacerlo a un pintor profesional, parece muy fácil. Dos brochazos y un barrote pintado, yo tuve que darle cinco o seis a cada barrote. También llamaré a un pintor la próxima vez que me dé por ahí. Las superficies lisas y verticales, sí me gusta pintarlas (los techos, no).

      Yo prefiero la pintura a la harina, sobre todo si me imponen una cebolla y un cuchillo (creo que el ácido de la cebolla me afecta más que al resto de mortales y termino llorando como una magdalena).

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