sábado, 31 de mayo de 2014

Más allá de la comprensión

Cuando era una niña, lo suficientemente pequeña para que en mi recuerdo aún aparezca mi padre (murió cuando yo tenía 6 años), me tiré todo una eternidad (infantil) contemplando las olas rompiéndose junto a la playa. Quería saber por qué hacían espuma (siempre fui más persistente y cabezota que inteligente). Mis hermanos me arrastraban con ellos para dar un paseo en hidropatín y mis padres se obstinaban en que estuviera dentro del agua o bajo la sombrilla, para evitar una insolación; pero en cuanto se despistaban, volvía a la orilla y ponía toda la atención en ver cómo el agua volvía y se retiraba una y otra vez. Hasta que comprendí el movimiento de las olas, y que el choque del agua de ida con el de vuelta era lo que producía la espuma. Pero, si yo ya lo comprendía, ¿por qué se seguía produciendo? Con esa edad pensaba que todo en el mundo estaba para ser comprendido y luego dejar de interesar. 

Hubo un punto de inflexión en mi contemplación inocente de las películas. Vi cómo se rodaba una escena, y desde entonces todos los planos no están limitados por lo que veo en la pantalla del cine, la tv o el pc. Imagino a los ayudantes, el vestuario del actor que no se ve, las vías de la cámara, los focos, los extras... es complicado seguir la historia que me quieren contar en las películas si mi mente está puesta en qué ocurría alrededor de lo que veo.



Pero la arquitectura no se ha sumergido en ese mundo de indiferencia después de ser comprendida. La razón, no la sé; quizá, porque sólo creo comprenderla. Cada edificio es un reto, muy diferentes unos de otros. Son como cuerpos humanos. Los esqueletos, la estructura. Los músculos, las paredes. El aparato circulatorio, las instalaciones... La piel, las fachadas, dándole belleza o fealdad, siempre dependiendo de los ojos que lo miren. Sospecho que llegar a comprender de verdad la arquitectura, sólo servirá para amarla más. 

5 comentarios:

  1. Cada edificio es un reto. Retos que a veces son interesantes, otras veces estresantes; de vez en cuando dan rienda suelta a la imaginación, muy a menudo amarrado a un sin fin de limitantes. Eso es lo bueno de nuestras profesiones. Me imagino a un freidor de papas, o a un asador de carnes, como lo fui en alguna ocasión, haciendo exactamente lo mismo, una y otra vezy todo lo que puedes optimizar, no pasa de hacer unas raciones más.

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    1. Una de las cosas que más me gusta de nuestra profesión, es calcular estructuras. Me gusta imaginar las vigas, los pilares, los zunchos... blanditos, para ver cómo se deformarán. Si para alguna estructura no encuentro solución de forma inmediata, es muy normal que me despierte en mitad de la noche después de haber soñado con la respuesta que necesitaba. Creo que si no fuera arquitecta, resolvería estructuras como otras personas se comen el coco con problemas de ajedrez.

      Te iba a decir que el dependiente que fríe patatas, seguro que disfruta de la compañía de los clientes... pero seguro que tiene que enfrentarse a los clientes coñazos que se quejan por el aceite que tienen las patatas, o porque están poco hechas, o porque están medio quemadas... (me acabas de descubrir un trabajo que no me gustaría hacer).

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  2. En eso tienes toda la razón. En donde trabajaba, los cocineros (freidores, parrilleros, saladeros) están a la vista de los clientes, y eso nos daba oportunidad de interactuar con ellos. De hecho, habían varios clientes, que pagaban en caja su pedido, y se nos acercaban para que les diéramos el "toque personalizado" 3/4, casi cruda, bien cocida, le echas salsa de esa que es para parrillas... Gracias a Dios, nunca nos topamos con clientes coñazos, mejor dicho, sabíamos como "torear a los clientes"coñazos.

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    1. Qué suerte: ojalá yo tuviera la misma suerte con mis clientes. A veces, me da la sensación que están esperando a que termine un trabajo para solicitar otro cambio.

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  3. No es lo mismo modificar un producto... estándar o predeterminado. No hay mucho para inventar con unas papafritas, unos medallones de pollo frito o una hamburguesa, cuyos ingredientes pueden ser personalizados, pero no pasan de cinco. Aún existiendo opciones en aire acondicionado, por lo general la cosa se limita a lo más barato dentro de las normas y que enfríe. Eso no ocurre con arquitectura. Hoy vez que la puerta a la derecha no es simétrico con el resto de las puerta, mañana esa puerta que hoy pusiste a la izquierda no es compatible con los muebles que piensas poner. Ahora añádele los caprichos del promotor: hoy quiere la fachada principal frente a la avenida, y después de ver el plano, quiere más privacidad y que la fachada esté frente a la callecita pequeña, y después como la entrada le queda muy lejos, entonces que esté orientado a la otra avenida. Mientras tanto, tu lo miras con cara de pocos amigos, tipo "Pato de Pocoyo" (es mi personaje infantil favorito, no preguntes, no tengo niños pero sí que los he visto), para posteriormente infectar al resto de la gente, llámese electricistas, mecánicos, civiles, con ese mismo síntoma.

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