lunes, 10 de marzo de 2014

De cuando éramos inocentes

Hace unos días -difícil de concretar porque están implicados diferentes husos horarios- Antonio Muñoz Molina, en su blog, dedicó una entrada al aniversario de la muerte de su padre. La leí con escozor en los ojos. No por la tristeza que implica la desaparición de un ser humano (estaría constantemente triste); ni por empatía hacía el escritor (habría sido hipocresía, a pesar de la admiración que siento); si no porque obliga a ser consciente de los propios recuerdos. 

Cada persona soporta el dolor como puede Mi madre con el silencio, mis hermanos con el recuerdo y el resentimiento (le culpan de su propia muerte, de que no pudiera dejar de fumar a pesar de nuestra existencia), yo con la imaginación. En gran medida me he inventado al padre que apenas tuve. Lo he ido creando a partir de lo que dejó: sus libros, sus discos, las historias que cuentan mis hermanos, algunas fotografías, muy pocas, porque solía estar tras la cámara...

Dicen mis hermanos que desde su muerte nada fue igual que antes. Es como una fiesta en la que falta el anfitrión. En cualquier acontecimiento, por nimio que sea, por importante que sea, siempre se nota su ausencia. En el nacimiento de mi sobrina, en su rápido crecer, incluso cuando coincidimos todos en una comida. Inevitable no pensar en el cariño que le hubiera tenido a la niña. Cuando lo pasaron a cuidados paliativos (cuando lo sentenciaron a muerte) dijo a mi hermano mayor: No tengo miedo a la muerte. Sólo lamento perderme ver crecer a vuestra hermana. 

Su rostro comienza a tener las primeras arrugas y su pelo, canas; sólo porque mis hermanos, que heredaron sus facciones, comienzan a tenerlas. Como lo imagino, más que lo recuerdo, puede que para mí termine siendo un anciano, aunque no llegó a cumplir los 47 años. 

3 comentarios:

  1. Trágico destino desaparecer a tan temprana edad dejando seres queridos aún en la infancia o adolescencia, además de una mujer viuda. Pero creo que más que resentimiento, cabe un sentimiento de rebelión contra no se quién. ¿Los dioses?.
    A mi edad ya me ha tocado vivir directamente a o mi próximo alrededor, caso tan o más patéticos y quizás la experiencia me va convenciendo cada día más en la realidad del Gran Teatro del Mundo: Cada uno venimos a desempeñar un determinado papel con una duración determinada y eso se cumple, "tires por donde tires".

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    1. Quería añadir: " o hagas lo que hagas"

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    2. No se puede hacer nada. Sólo toca soportar el dolor como se pueda. Y, como le ocurría a mi padre, no intentar sufrir de antemano por algo que no se puede evitar. Tiene razón: cuando nos llega el momento, nos llega y no hay nada que hacer.

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