viernes, 25 de octubre de 2013

La pata quebrada de la jirafa

El señor Palomar, de Italo Calvino, en el libro que por título se lleva Palomar (a secas), en su último capítulo decide imaginar cómo sería el mundo sin él. No como si no hubiera nacido, si no, exactamente, como si hubiera muerto; porque todos, por insignificantes que seamos, nos relacionamos con las personas y las cosas y dejamos huellas. Hasta un bebé que muere inmediatamente después de nacer o antes de haber visto la luz. Las cosas serán diferentes a si ese bebé nunca se hubiera gestado: un universo paralelo en el que la madre tal vez hubiera tenido otro hijo durante los 9 meses de la gestión del hijo muerto, tal vez un genio o un dictador. 


Me ha gustado mucho este libro. Es pequeño, compacto, bien editado. Cabe en una mano y es muy cómodo de leer. Apropiado para no desaprovechar una noche de insomnio o para no malgastar el tiempo en las paradas del autobús. Está compuesto por pequeñas entradas semejantes a las de un blog. El libro habla de cómo ve Palomar el mundo, más que su historia (Palomar frente a una jirafa en el zoo, mirando el césped, las estrellas, los planetas, en el supermercado... ).

Todos los buenos libros obligan a pensar. Este me ha hecho preguntarme qué huellas estoy dejando yo. A ratos, muy de tarde en tarde, sobre todo si me comparo cono otras personas, me parece que soy bastante insignificante y lenta (mi madre ya había tenido los hijos que quería tener con 24 años -yo fui un accidente bien recibido-) y algunos compañeros tienen currículos interminables mientras que el mío cabe en una página. Pero no creo que sirva de mucho querer ser de otra forma, cuando como me siento cómoda y relativamente feliz es con la que soy: sosa, huraña y más dada a donar sangre que besos. 

4 comentarios:

  1. Me parece un planteamiento muy interesante. Veré de conseguirlo.

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    1. A veces, mis gustos literarios son bastante extravagantes. Este libro hay que tomarlo poco a poco, a pequeñas dosis, por eso es tan apropiado para leerlo en la parada del autobús o en la sala de espera del dentista.

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  2. Nunca había escuchado esa sentencia: "Más dada a donar sangre que besos". Confirma que cada día se aprende algo nuevo. Me adhiero a ella.

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    1. Es una de las muchas sentencias salidas de mi madre (y que me parecen que son generales porque las he escuchado siempre). Según cuenta, tanto mis hermanos como yo, cuando éramos pequeños, si nos daban un beso, nos refregábamos la mejilla con la mano; sin embargo, en cuanto nos hicimos mayores de edad, nos hicimos donantes de sangre. Es una sentencia literal.

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