jueves, 3 de octubre de 2013

El aleteo del dragón

Me pregunto cuándo comenzaré a tapizar con recuerdos las paredes, cuándo cubriré con fotografías enmarcadas cada cm² de cualquier mesa o estantería.

Ayer estuve en casa de mi tía Angustias (en realidad es prima de mi madre, pero la costumbre me hace llamarla tita). Vive en Villanueva de Algaidas. El interior de su casa es un santuario al pasado, un enorme álbum de fotos. Las paredes de la escalera están ilustradas con toda la vida de su hija María José, desde los primeros gateos a la expresión de sonrisa forzada con la que se nota pretendía esconder el dolor de la enfermedad. Hay algunos huecos. No pregunté. Sé que corresponden a Ángel, su yerno.

Mi tía Angustias se culpa de ser la responsable de que Ángel no muriera cuando era adolescente. Él y su familia se acaban de mudar desde Madrid a Villanueva. El chaval se ahogaba en un lugar tan pequeño. Desapareció un par de días en pleno mes de agosto. Pidieron a los vecinos que ayudaran en su búsqueda. Todos parecían creerlo muerto y buscaban entre los matorrales, las acequias, las arboledas... mi tía no. Ella creía que aún estaba vivo e inspeccionó cada una de las edificaciones que se le presentaban ante sus ojos. Lo encontró desnudo, magullado y deshidratado en una caseta de aperos.

Ahora se maldice por haberlo hallado porque está convencida que María José murió por culpa de Ángel. Ángel no volvió a dar señales de problemas mentales hasta mucho después de casarse, cuando a María José le diagnosticaron una pancreatitis que la obligaba a estar entrando y saliendo del hospital. Un día, sin previo aviso, Ángel se volvió violento. Creía ser un luchador de kung fu y dio a María José un golpe en abdomen. Estuvo en observación, y supuestamente estaba bien, pero en cuanto volvió a su casa sufrió una hemorragia interna. Ángel rehizo su vida casi de inmediato con otra mujer. La única venganza de mi tía ha sido quitar de las paredes las fotografías del yerno.

2 comentarios:

  1. Aunque mi tendencia es creer que los hechos ocurren porque tienen que ocurrir, como si estuvieran programados, entiendo que es razonable razonable el pensamiento de su "tita" Angustias.
    Que yo sepa, tanto en Andalucia como en Extremadura, siempre se llamaba tito o tita a los primos hermanos de nuestros padres, tratamiento que está en "peligro de extinción". Se está imponiendo el de "primo o prima". En cierto modo me apena, porque parece como si estuviera perdiendo el sentimiento tribal.

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    1. Existen tantas variables en cualquier hecho, sobre todo si buscamos su origen en un pasado remoto, que es muy complicado saber si pudo ocurrir o no si alguna de esas variables hubiera cambiado.

      No sabía que era costumbre llamar titas a las primas de las madres. Yo lo hacía por la edad: tiene las del resto de mis tías (me parecía extraño llamarla prima, como hace mi madre).

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