sábado, 22 de junio de 2013

El océano

El primer año que vivimos un Sant Jordi juntos, cuando aún ni siquiera éramos pareja, Guille me regaló una rosa azul. Ahora, si cree que me tiene que consolar por algo, compra fruta; la lava, la pela y corta para mí. Como las cerezas que me trajo hoy mientras él dormita en el sofá. Hemos almorzado pronto porque esta tarde queremos salir a pasear. Se siente culpable por dejarme, pero igualmente se siente culpable por tener abandonados a sus clientes. No soy capaz de disfrutar plenamente de este tiempo que nos queda juntos, aunque es más de un día. Todo parece vaticinar su marcha: la maleta sacada del armario, y que he escondido tras las mesas del estudio para no verla; la llamada de su madre preguntando qué quiere comer el lunes; los amigos que lo invitan a una cerveza como despedida... Es como si se fuera a Marte, como si cruzara un océano, como si partiera a otra dimensión. La crisis ha dilata las distancias.


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