miércoles, 26 de junio de 2013

A pocos metros de ti

Es como su sombra. A veces Ataúlfo camina tan cerca de Belinda que se cuela en la burbuja de olores y aromas que va dejando tras de sí. Para ella sólo es un extraño que la casualidad ha hecho que sigan el mismo camino; para Ataúlfo, la razón de un día más de contenida felicidad por poder verla, pero sin intercambiar una palabra o un gesto de reconocimiento. El taconeo de la mujer se mezcla con las pisadas de decenas de personas, pasos suaves y lentos de quienes están ociosos por ser un día festivo. La mujer se para en una cafetería. Es una mañana agradable. Se sienta  muy erguida en una de las sillas de madera de la terraza, con una postura aprendida en los colegios de pago de su infancia remota. Ataúlfo sabe que pedirá un té helado, y que dejará un rastro de carmín en la taza cuando beba. Belinda se inclina sobre un libro que el autor le acaba de firmar, su dedo guía a su vista en la lectura de lo escrito con una sonrisa melancólica en los labios y los ojos; sin percatarse que alguien la observa a pocos metros. También sobre la mesa de Ataúlfo hay un libro del mismo autor. Le ha mentido cuando le pidió que se lo firmara, le ha dicho que ambos son viudos y están enamorados. En su imaginación es lo que ocurre: pasean juntos, se cogen de la mano, los roces robados se convierten en contactos lícitos y cuando el deseo apremia, se besan sin pudor en los labios, como si fueran adolescentes disfrutando de su primer amor. 

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