En una de las últimas entradas de Antonio Muñoz Molina en su blog hace mención a la marca de tabaco que fumaban sus abuelos y su padre. Una de las cosas que más me gustan de este escritor es que sus recuerdos incitan a los míos y trae del olvido cosas que estaban completamente perdidas y muertas.
De mis abuelos no sé ni siquiera si fumaban porque uno de ellos siempre fue un completo extraño y el otro murió cuando mi madre tenía apenas dos años. Mi padre fumaba Malboro y a mí me encantaba acompañarlo a comprar las ingentes cantidades de paquetes que se fumaba al mes porque la estanquera me regalaba chicles de canela (los cuales no tenía a la venta y jamás he podido encontrar con posterioridad). Cuando volvíamos a casa había que colocar los paquetes de tabaco en el armario de su despacho y yo aprovechaba para colarme con él porque era una habitación que nos estaba vetada. Mi madre sólo lo dejaba fumar en esa habitación, donde estaban todos sus libros y cosas. Aún hoy, cuando abro alguno de los libros que nadie ha tocado desde su muerte, sus hojas desprende el olor del tabaco. Me encantaba aquella habitación porque había montones de cosas interesantes (los libros aún eran objetos extraños de mayores sin ninguna utilidad para mi yo infantil). Lo que más me gustaba y atraía, era su colección de encendedores. Montones de encendedores zippo, con toda clase de logotipos: del ejército del aire, del Real Madrid, de Bob Marley, con calavera de pirata... encendedores muy baratos de plástico y encendedores de algún metal precioso con dedicatoria... Entre todos ellos había uno muy extraño que recordaba remotamente y ni siquiera sabía con exactitud si se trataba de algo real o de un recuerdo distorsionado. El encendedor era una cuerda con una especie de nudo de ahorcado en una de sus puntas y un capuchón metálico, cromado, con una piedra, supongo que de pedernal, en el otro. Nunca se lo vi utilizar y no sé cómo se hace, tampoco sé de dónde lo sacó, pero sí el destino que tuvo: el basurero municipal.
Esos son los verdaderos mecheros. Se hacía girar la ruedecilla con un golpe de mano. Al chocar la rueda con la piedra que estaba justo debajo, se producían unas chispas que prendían en la mecha. Había que soplar la mecha cuidadosamente, para darle oxígeno y que prendiera más. No salía llama, era solo ascua. Con eso se encendía el cigarrillo. Luego se tiraba de la mecha por abajo, de tal manera que la parte de arriba quedaba oculta dentro del cilindro metálico y la bolita metálica de arriba (si todavía se conservaba, si no, con el dedo pulgar)tapaba el orificio sofocando así el ascua y apagando el mechero.
ResponderEliminarMuchas gracias por explicarme cómo funcionaban. Tenía verdadera curiosidad. Sospechaba cómo se encendía (aunque creía que echaría llama), pero no tenía ni idea cómo se podía apagar (hasta he llegado a pensar que había que humedecerse los dedos índice y pulgar y aplastar la llama para sofocarla).
EliminarGracias
Ah, por cierto, chicles (y cualquier otra cosa) de canela hay aquí por toneladas. ¡Hay que ver lo que les gusta la canela a los americanos! Te puedo mandar un cargamento.
ResponderEliminarChicles de canela sí he encontrado aquí, pero aquellos eran especiales: estaban huecos y cuando se mordían soltaba canela y pica-pica. Es posible que fueran franceses, por los colores del envoltorio.
EliminarAhora mismo me estoy comiendo una Napolitana (una galleta muy fina y crujiente con azúcar y canela por encima). Están muy ricas. No sé si las habrás probado.
Gracias
Cierto, esos son los verdaderos mecheros y su nombre deriva de la mecha, esa especie de cuerda, supongo que de algodón, siempre de color amarillo, al menos todas las que vi de niño o actualmente como adorno. Nunca los usé, pero se que eran los mejores para encender los cigarrillos incluso con un fuerte viento, pues siempre prendían en la mecha y en cambio los de llama se apagaban o había que encenderlos resguardandolos del viento.
ResponderEliminarEs verdad, el de mi padre también era de color amarillo, con algunos hilos de color rojo (pensé que era por la bandera de España). Recuerda bastante a las cuerdas de escalada.
EliminarCreo que nunca lo utilizó. Sólo era un objeto más de su colección.
Gracias por su comentario (espero que haya recuperado parte del peso perdido)