miércoles, 12 de diciembre de 2012

Divagaciones ... hace tiempo que perdí la cuenta

Supuestamente este gobierno no iba a tocar las pensiones: mi madre no recibirá la paga extra de navidad. Su pensión ha mutado a paga de funcionaria con jubilación anticipada. Ella, que siempre ha votado a la derecha, de presentársele la oportunidad, sería capaz de depilarle la barba a Rajoy arrancándole los pelos a puñados. 

El piso de enfrente, el que da al patio de vecinos, siempre parece estar alquilado por parejas que discuten. Estos son los más ruidosos que hemos tenido porque sus peleas se escuchan desde mi cocina a pesar de tener las ventanas cerradas. El marido es contable, por las tardes trabaja en su casa. La mujer peluquera en paro. Hoy han discutido porque la mujer quiere que el marido contribuya a hacer las tareas de la casa. Él alegaba trabajar más de 14 horas al día y no tener tiempo (creo que no exageraba porque lleva toda la noche con la luz encendida -soy una cotilla-).

Acabo de terminar de leer Brooklyn Follies de Paul Auster. Este autor me confunde. Me da la sensación de que a veces toma el pelo a los lectores (si mal no recuerdo, es en La Música del Azar donde parece cansado de escribir y ¡zas! termina la acción con un accidente de tráfico). En este libro una niña habla como si fuera una adulta y un enfermo de cáncer parece haber sufrido un resfriado y la historia chirría cuando una sobrina cuenta a su tío que ha aceptado hacerle una felación al guía espiritual del marido. A pesar de ello, es un libro entretenido.

Hoy he comprado una caja de chocolatinas Nestle para cuando vuelva Guille. En un motel cutre en el que estuvimos este verano en Cádiz, Guille, en broma, se lamentó en voz alta cuando se marchaba el recepcionista que nos llevó a la habitación: Vaya, qué mala pata, se han olvidado de ponernos el bombón en la almohada. La habitación era tan cutre y pequeña que apenas teníamos espacio para cambiarnos de ropa y temíamos dar un golpe sin querer a algún mueble porque seguro que terminaba desvencijado. A la noche siguiente y todas las noches que nos quedamos, encontramos sobre la almohada una chocolatina Nestle y una ramito de flores aromáticas: jazmines, dama de noche y lavanda, albahaca y hierba buena. Era tan grande el contraste, la habitación tan burda y el detalle de la almohada tan delicadamente preparado, que Guille y yo aún nos partimos de risa cada vez que vemos una chocolatina de esa marca.


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