lunes, 6 de agosto de 2012

¡Por los clavos de Cristo!!!

Eduardo Mendoza tiene dos vertientes. Una seria, donde es bastante bueno, y otra humorística, donde es aún mejor. El no tener obligaciones, la pereza para hacer algo que exija más gasto mental, el que Guille esté fuera por trabajo estos días, el calor y lo divertido del libro, me ha hecho que devore -más que lea- en estos dos últimos días, El Asombroso Viaje de Pomponio Flato. Como en Sin Noticias de Gurb, a Eduardo Mendoza se le va la pinza hasta extremos inimaginables (como piden en muchos culebrones nipones: "Esto es una obra de ficción. Por favor, véala con la mente abierta"). La historia versa sobre un filósofo que viaja buscando un arroyo cuyas aguas proporcionan la sabiduría. El filósofo llega a Palestina en el siglo I. Se topa con un niño, de nombre Jesús, cuyo padre, José, carpintero de profesión, ha sido acusado de haber asesinado a un noble de la zona. José, único carpintero del lugar, sólo tiene esa noche para construir la cruz donde será crucificado al día siguiente, el mismo tiempo que tienen Pomponio ayudado por el niño Jesús para intentar averiguar qué ha ocurrido en realidad... 

Estos son los que yo considero realmente lecturas del verano: libros delgados, los que se pueden leer tumbada a la bartola sin el riesgo que el sopor producido por el calor haga perder la consciencia y el libro termine estampado contra las narices, y las narices amoratadas o sangrando. Libros que por lo divertidos que son, o lo interesantes, inviten a noches de insomnio. 

Ahora, después de la hilarante lectura que me ha dado a conocer las vicisitudes de Pomponio Flato, estampo mis huellas dactilares en la portada y las páginas de Risa en la Oscuridad de Vladimir Nabokov... es un cuento que, de momento, también promete mucho. 

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