domingo, 10 de junio de 2012

Quien a hierro mata... a piedra muere

Doña Natalia contaba a todo el que quería oírla que su hijo había tenido que emigrar a otro pueblo por culpa de las malas artes de la descocada de su sobrina Liliana Lucía. Lililú era menuda y bonita. Le gustaba ser admirada y solía vestir en consecuencia. Hubo un tiempo en el que una falda demasiado corta o un escote pronunciado eran eximentes ante una violación (ella se lo ha buscado... es lo que estaba pidiendo a gritos... de qué se queja ahora si es lo todos sabemos que quería que le hicieran...). Para muchos Efraín sólo había actuado con su prima como un "machote". Ni siquiera hubo juicio. ¿A quién iba a creer un juez? ¿A un hombre temeroso de Dios que iba todas las mañanas a misa, con una novia que presumía de estar intacta y unos padres que ponían la mano en el fuego por la integridad de su hijo; o a una chiquilla locuela con fama de haber mantenido relaciones con la mitad de los hombres del pueblo?

Podría haberse ido al pueblo de al lado, pero emigró a uno del norte. Lo suficientemente lejos para que las noticias sólo llegaran sesgadas, en un sentido y en otro. Las malas lenguas aseguraban que se fue tan lejos para intentar deshacerse de la novia, quien fue muy agraciada durante la adolescencia, pero que había ido ganando kilos, largos vellos faciales oscuros que no depilaba y un poco de mala uva con el paso de los diez años que llevaban de relación.

Exceptuando las interminables cartas que Efraín escribía a sus padres, las noticias que llegaban de él al pueblo eran por medio de Paco el ferroviario. Al parecer le iba bastante bien. Había comprado dos docenas de gallinas ponedoras y ya se le conocía en la comarca como Efraín el huevero. Eran famosos sus huevos, más grandes que los de las demás granjas y casi todos con dos yemas. Los de una de sus gallinas eran excepcionales, del tamaño de los que ponen las avestruces, con tres e incluso cuatro yemas, según contaban. Pero esos huevos nunca los vendían. Los solía regalar a las niñas que acompañaban a sus madres a la granja. Se apreciaban tanto que raro era que se acercara alguien a comprar huevos sin la compañía de una linda criatura.

Fue una pareja de la Guardia Civil la encargada de informarle de la muerte de Efraín a sus padres. Durante días corrió el rumor de que había sido asesinado. Murió aplastado bajo el peso de una roca enorme. Razones para que alguien quisiera verlo muerto, había más de una, aunque las más recurrentes en la boca de la gente eran la envidia y el que hubiera hecho a otra chica del norte lo que hizo con su prima. Hasta que Paco el ferroviario no volvió de su viaje semanal, los rumores, que ya comenzaban a ser dignos de mentes desequilibradas y muy apartados de la realidad, no cesaron.

La casa que alquiló Efraín se conocía como El viejo molino. Hasta poco antes de llegar él, se había utilizado como tal, y aún quedaban vestigios: enormes piedras de molino, algunas rotas, otras desgastadas e incluso había alguna intacta. Con la fama y los clientes, también llegaron los robos y la necesidad de hacer más resistente el gallinero; los dos albañiles que se contrataron para ello, utilizaron las piedras de molino para levantar las paredes. La muerte de Efraín se produjo muy pocos días después de quedar concluido el nuevo gallinero, cuando aún estaba fresco el mortero bastardo, principalmente por culpa de la lluvia que no cesaba de caer.  Había sido una muerte lenta. Una de las enormes piedras de molino cayó sobre él, aplastándole de cintura para abajo. La mano derecha había quedado atrapada bajo el cuerpo, pero con la izquierda, libre, intentó excavar  para liberarse, sin conseguir profundizar más allá de los pocos centímetros que ocupaban los excrementos de las gallinas. En un principio se pensó que había sido un asesinato porque no parecía existir fuerza humana, ni de la naturaleza, capaz de mover una de aquellas piedras, firmemente ancladas al terreno. Cuando consiguieron levantar la que había aplastado a Efraín, comprendieron. Había habido una segunda victima. Una gallina que había corrido la misma suerte que quien la tenía insertada en parte de su anatomía. La Guardia Civil concluyó que lo ocurrido había sido un accidente producido por la embestidas de deseo de una mole humana de casi dos metros de altura y 100 kilos de peso.

Aunque las famosas gallinas ponedoras se escaparon por el agujero que dejó la piedra de molino, y se vieron rondando por las cercanías del pueblo, nadie las cogió.

(Por supuesto mi abuela nunca me contó con todo detalle esta historia, ella se limitaba a decirme que Efraín le "hacía cosas malas a las gallinas, cosas que daban mucho asco". Desde que conozco esta historia, no como huevos que tengan más de una yema). 

4 comentarios:

  1. ¡Madre mía, madre mía, madre mía! ¡Qué desasosiego más grande!La historia es tremenda, pero la has contado extraordinariamente bien. ¿Vive tu abuela?

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    1. Sí, esta historia es bastante bruta. Es relativamente reciente -la más moderna de las que me contó, creo- y me afirman mis hermanos que incluso salió reflejada la noticia en algún periódico.

      Mi abuela murió cuando yo tenía 13 o 14 años (en concreto, el 22 de junio de 1995), pero llevaba un tiempo aquejada de alzheimer (primero murió ella y luego su cuerpo).

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  2. .
    Impresionante historia, BeKá; pero más impresionante es que Efraín ¿fuera? el Herminio protagonista de la noticia que tanto nos llamó la atención en el bar allá por 1990:

    http://blogs.lainformacion.com/strambotic/2009/09/28/muere-aplastado-por-el-derrumbe-de-una-pared-mientras-se-beneficiaba-una-gallina/

    :-)

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    1. ¡Joder, menuda foto!!! En mi imaginación la roca era mucho más pequeña (qué brutalidad). Al menos el desgraciado parece que murió rápido y no agonizó como me contaba mi abuela.

      Sé que la primera parte de la historia es verdad (la acusada de seducir al hombre que la terminó violando, era prima segunda de mi madre). Es evidente que el hombre aplastado cuando practicaba sexo con la gallina es verdad. Lo que no puedo confirmar es que Efraín y Herminio sean la misma persona (y no sólo por la no coincidencia de los nombres). He visto fotos de Efraín y sólo se parece a Herminio en el pelo moreno, la nariz prominente y el bigote. El Efraín vivo tiene más aspecto de muerto que el Herminio difunto. Lo que sí estoy segura es del nombre porque el desdichado tiene la lápida en el mismo patio que la de mi tía abuela.

      Me pregunto si lo de los huevos de las yemas múltiples es verdad y si siempre se producen por la misma causa.

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