domingo, 3 de junio de 2012

Las apariencias engañan

Mi hermano pequeño (en realidad es 10 años mayor que yo, pero de los tres que tengo, es el menor) ha venido a pasar unos días que tenía libres (que le han obligado a tomarse porque si no tendrían que haberle pagado horas extras). Vive en Londres. Como sabía de hace semanas que le iban a dar estas vacaciones, consiguió vuelos baratos y que su mujer cambiara guardias e hiciera sustituciones para que pudiera acompañarlo (es enfermera, especializada en cardiología -allí tienen especialidad las enfermeras-). Llegaron el jueves y de momento ha sido un viaje algo gafado. No contabilizo entre las desdichas el que dos policías los llamaran cuando ya salían del aeropuerto he hicieran abrir el equipaje a mi hermano. Eso es algo que suele ocurrirle por su aspecto (piel morena, pelo rizado, ojos marrones y barba incipiente), aunque siempre en vuelos que salen de Europa.   

Primero fueron a Loja a ver a mi hermano mediano. Mis cuñadas no se tragan mutuamente, pero aceptaron el encuentro porque mis hermanos hacía meses que no se veían (se denominan mutuamente engreída y racista). El ambiente fue un pelín tenso, pero la línea de lo que esperaban. 

Siguiente visita: casa de mi madre. Mi hermano mediano les había prestado un trasto que guardan para enseñar a mi sobrina a conducir, cuando llegue la hora. Un coche con la tecnología bruta de Rusia y que debería haber pasado la ITV hace tiempo, pero nadie se preocupó de ese detalle porque era un coche que no salía de la cochera. Cuando estaban próximos al pueblo de mi madre, por una carretera secundaria, mi cuñada -era quien conducía- se distrajo hablando con mi hermano -seguramente estaría poniendo verde a mi otra cuñada, pero ese detalle no lo han querido contar- cuando de repente le vino una furgoneta de frente. Por fortuna furgoneta y coche frenaron  a tiempo para impedir el trastazo. Mi cuñada es muy buena insultando en español, aunque tuvo que parar casi antes de empezar a soltar improperios, al darse cuenta que se había distraído y cambiado de carril (es curioso, esto mismo le ha ocurrido a Pere en Tokio). La visita a casa de mi madre fue tranquila. 

El viernes al mediodía salieron para Almería. Pernotaron en un hotel. Ningún problema, hasta el sábado por la tarde, cuando ya volvían y decidieron parar en un kebat para cenar algo y evitarnos molestias (éramos su próximo destino). Se habían dejado la radio colocada y sobre el asiento del copiloto, mi cuñada dejó una bolsita con un par de tampones usados y algún otro sin usar. Ellos comían en una terraza, en la acera y el coche estaba aparcado a diez metros. Dicen que fue tan rápido que ni siquiera vieron quién lo había hecho. Le rompieron el cristal del copiloto y se llevaron la bolsa de los tampones de mi cuñada y la carcasa exterior de la radio (es uno de esos  aparatos anti vandálicos). Quitaron lo mejor que pudieron los vidrios del asiento, pero aún así, mi cuñada llegó con todos los muslos como la espaldas de un cristo. Asegura que notaba que algo le raspaba la piel (vestía unos pantalones cortos), pero no fue consciente de los arañazos y cortes hasta llegar a nuestra casa. Ni siquiera cuando la policía los paró. Ventanilla rota + señora de color (¿no lo he mencionado? mi cuñada es negra, muy, muy negra) + señor con aspecto árabe = robo. Les cayó una multa por no haber pasado la ITV.

Yo, que amo esta tierra, me siento directamente culpable de que mi cuñada no se lo esté pasando bien. 

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