martes, 12 de junio de 2012

El hilo rojo

Hay una leyenda china que dice que entre dos o más personas que están destinadas a estar juntas existe un hilo rojo que puede tensarse más o menos, pero jamás romperse. 

Mañana es la onomástica de mi tita-madrina. La llamo así aunque no es mi tita, ni mi madrina. No somos familia. Durante un tiempo, unos meses, fue novia de mi hermano mayor. Un día especialmente caótico llego de visita a casa y desde entonces nos adoptó, se apoderó un poco de todos nosotros, de mí principalmente. Me gustaba porque ella era diferente a los adultos que conocía. Si quería un Cola-cao, me enseñaba a hacerlo; si llegaba la hora de acostarme y la cama aún estaba sin hacer, me ayudaba a hacerla; si había tortilla de tagarninas, abría el frigorífico y me permitía comer otra cosa (en una ocasión le pregunté por qué lo hacía: ¿Tú me has visto comer alguna vez lasaña o has visto a tu hermano comer queso?). Era tan arisca como todos nosotros. Podíamos estar separados más de medio año y a la vuelta nada de besos y abrazos. Pero era capaz de hacerse 20 km en moto bajo la lluvia para llevarme al internado la ropa interior limpia que había olvidado echar en la bolsa o dejar de asistir a un concierto por cuidar a cualquiera de mis hermanos enfermo. Ella me enseñó a encender cerillas, a ponerme latas de refresco frías en las quemaduras, a hacer trenzas francesas, a pegar botones, a mostrarme indiferente ante quien intenta molestarme, a darle una segunda oportunidad a un escritor que me ha aburrido...

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