domingo, 17 de junio de 2012

Carta a mi yo desmemoriada (consecuencia de Todos los días de mi vida)


Me gusta que Guille me utilice de almohada, aunque en el estudio patera de Granada -no tenemos aire acondicionado aquí- hace un calor capaz de secar un cactus. Si abrimos todas las ventanas, dan a las cuatro fachadas, entra un aire caliente y denso que juega con las cortinas y evapora el sudor, dando una fugaz sensación de fresco. 

Por lo general Guille es como esas muñecas con contrapesos en los ojos que los cierran en cuanto las tumbas. Se queda KO y sólo despierta si comienza a babear por tener la boca abierta. Suele hacerlo antes de que la baba me moje el muslo (es considerado incluso cuando está inconsciente). 

Hoy tenía puesta una de las películas que Guille clasifica de exclusivamente mías. Todos los días de mi vida. Un matrimonio joven que se aman tienen un accidente de tráfico. Ella se golpea la cabeza y cuando recupera la consciencia, no puede recordar lo ocurrido en los cinco últimos años. Tampoco a su marido, a quien ha conocido en ese periodo. Está basado en hechos reales. Cuando terminó la película, Guille me sorprendió con el comentario: eso te puede pasar a ti. Y me temo que tiene razón. Mi yo de hace cinco años seguro que repudiaba  a mi yo actual.  Así que he decidido escribirme a mí misma una carta por si alguna vez me ocurre lo que a la mujer de la película. Aunque mi yo de hace cinco años seguro que es incapaz de leer estas líneas porque desde entonces he aprendido muchas palabras que antes no conocía. 

Querida Queca: 

Pídele a Guille que te bese (ya comprenderás) y si no recuerdas, finge que no es así (seguro que no te arrepientes).

Ah, te encanta leer a Javier Marías, acababas de empezar el Ulises y, a pesar de lo que te diga Pere (tu confidente en asuntos de Guille) sólo escuchas música clásica ... (por si cuela).


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