jueves, 3 de mayo de 2012

Ya no somos los que fuimos

Dame un chavico con gracia o 20 € con mala follá (es la frase que se suele colocar al pie de las cruces). Hoy es esa celebración. Desde primera hora de la mañana han estado haciendo pruebas de sonido en una cercana. No la veo, sólo la intuyo desde mi azotea. Conocí la fiesta de Las Cruces bastante tarde, cuando estaba en la carrera. Con anterioridad había vivido en Granada de forma intermitente, pero coincidió que todos esos tres de mayo estaba en el internado. Ahora ya no se parece a la fiesta que yo recuerdo. Si el Día del Trabajo coincidía con el viernes, la juerga se podía prolongar hasta el lunes por la mañana. Era una fiesta gremial y de alcohol, donde se traspasaban las fronteras de la razón muy a menudo. A mí el único alcohol que me afectaba era el que corría por las venas ajenas. Cualquier bebida taponada con corcho me sabía a medicina (desde muy pequeña me daban vino Málaga Virgen para que, supuestamente, me abriera el apetito).

Ahora recapacito y no comprendo por qué me parecía divertido. Íbamos en peregrinación de cruz en cruz y de barra en barra hasta que terminabas sosteniendo la cabeza de alguno para que vomitara. Dormías muy poco, y siempre donde te alcanzara el cansancio o encontrabas un lugar cómodo para hacerlo. Si compartías cama, nunca era de forma inocente. La única transición que había entre la fiesta y las clases era una ducha.

Luego me fui a Barcelona y cuando he vuelto, la fiesta de Las Cruces ya no se parece en nada a lo que fue. Ya no hay barras junto a las cruces ni en cada esquina. La marea humana que veías recorrer las calles del Albayzín o el Realejo, ahora se reduce a un regato que termina agotado antes de la madrugada. Es como si fuéramos actores de una película de Almodóvar que se ha colado en el plató de Tim Burton por error.

No creo que disfrutara de la fiesta tal como era antes (o al menos como yo me la tomaba); pero tampoco disfruto ésta que se parece bastante a un triste paseo de apatía más incitado por la curiosidad (por los patios donde suelen estar instaladas y que por lo general permanecen cerrados al común de los mortales) que por diversión.

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