viernes, 9 de diciembre de 2011

En ausencia de Guille

El padre no biológico de Guille cerró el despacho que tiene junto al Barrio Gótico de Barcelona. Guille es muy buena gente: hace dos años, por Navidad, le tocó a la lotería 300 € y se los gastó íntegramente en comprar mantas para los indigentes. Cuando estaba en el internado, la hora que más odiaba del día, era la última de la tarde, cuando todas las niñas externas se habían marchado y los enormes portones de la entrada se cerraban. Me invadía una sensación desabrida de desamparo. Durante los más de 35 años que el padre no biológico de Guille ha ejercido de abogado ha acumulado toneladas de papel, expedientes antiguos. La mayoría los ha tirado, pero hay muchos otros que deben ser trasladados a un almacén del puerto. Quince mantas a cuadros marrones, morados y naranjas, de alta calidad pero tan horteras que Guille consiguió que se las vendieran a mitad de precio. Guille, ayer, antes de irse con desgana y después de hacer el remolón en el sofá un rato, me preguntó si pensaba que era tonto. Cuando Guille se marcha dejándome atrás, vuelvo a sentir la desabrida sensación de desamparo, reminiscencia del internado. Este año aún se pueden ver algunas de las mantas a cuadros naranjas, marrones y morados, aunque ya bastante sucias y deterioradas; a pesar de ello, me llena de orgullo ver a algún indigente envueltas en ellas. El hijo biológico del padre no biológico de Guille está demasiado ocupado para ayudar a su progenitor a trasladar las cajas de expedientes; no creo que Guille sea tonto por sí tener tiempo para ayudarlo. 

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