lunes, 26 de septiembre de 2011

Blue



Mi marido dice que tengo la sangre azul, no por ser "una princesa" sino por ser demasiado fría. Soy incapaz de ser tan efusiva como él, que por nada está besando o abrazando o haciendo carantoñas. Pero mi sangre, en realidad, es color rojo oscuro, tirando a morado porque la tengo muy oxigenada, según me han dicho, como la del resto de los mortales (humanos, que hay algunos insectos que la tienen verde). Hoy tocaba donar. Lo suelo hacer cada vez que me acuerdo (unas tres veces al año), aunque soy AB+ y mi sangre no es nada interesante. Los AB somos receptores universales. Es curioso, mi marido es O- y es donante universal. Él sí se toma más en serio esto de donar. Incluso está apuntado a una lista de donantes por tener sangre "rara". Lo llaman de vez en cuando de urgencia para que done; a veces tan seguidas, que no cumplen con los dos meses que son preceptivos, y aunque su salud es muy buena, me da miedo. Pero en realidad no quería hablar de mi Guille, si no de un chaval que fue a donar sangre casi a la par que yo. Tenía 19 años y era su primera donación (estuve con las orejas abiertas mientras le tomaban los datos). Sudaba a chorros (aunque en el centro de donaciones tenían el airea acondicionado puesto demasiado bajo para la temperatura que había en el exterior, temblaba como un arbolillo en mitad del Katrina y su pulso estaba acelerado (como una moto -toman la tensión después de recopilar los datos del donante-). Parecía a punto de desmayarse, y, sin embargo, donó sangre. No tuve valor para preguntarle por qué lo hacía, aunque me hubiera gustado. Lo he comentado con mi familia (nos solemos conectar al msn todas las noches). Mi tío Fermín ha llegado a la conclusión que el chaval tiene fobia a las agujas y su psicólogo le ha impuesto la donación. Mi Guille dice que el chaval tiene "un par de cojones" y que hace las cosas que sabe que debe hacer, aunque esté acojonado. Mi hermano mayor dice que es por una apuesta y mi madre piensa que el padre del chaval tienen cáncer e intenta devolver alguna de las muchas transfusiones de sangre que le habrán hecho. 

4 comentarios:

  1. Mi hijo mayor empezó a donar sangre cuando le hizo falta a su padre, que tenía leucemia y necesitaba plaquetas. A partir de entonces, ha seguido donando periódicamente. Hace poco me contó que no puede mirar cuando le pinchan ni nada, que tiene que estar distraído, porque si no, se marea. Al parecer, ya se ha mareado alguna vez. Sin embargo, continúa donando.

    ResponderEliminar
  2. Los donantes tenéis toda mi admiración.

    Un amigo mío lo pasa muy mal cada vez que dona. Es hipocondríaco y un poco maniático (me recuerda a Woody Allen). Siempre me he preguntado por qué dona si lo pasa tan mal. Mi cómodo egoísmo no comprende las razones de su generosidad.

    Para disculparme prefiero pensar que tal vez donase sangre si el procedimiento no me recordase a la quimioterapia. Pero la verdad es que sospecho que sin los malos recuerdos tampoco sería donante. :-(

    ResponderEliminar
  3. Ángela, en mi casa pasó lo mismo. Mi hermano mayor comenzó a donar sangre cuando mi padre enfermó. Los demás aún no teníamos edad para hacerlo. Luego lo imitamos (menos mal que salió buena persona, porque lo solíamos imitar en todo lo que hacía). Pero ni a ellos ni a mí nos ha importado nunca los pinchazos o ver cómo va saliendo poquito a poco la sangre. Siempre he admirado mucho a las personas que donan a pesar de serles difícil. Para mí son héroes.

    ResponderEliminar
  4. Eduardo, yo dono porque no me cuesta nada. Seguramente si me doliera o sintiera mareo al ver la sangre, no lo haría. Son muy admirables las personas que donan a pesar de ser un trauma para ellos.

    ResponderEliminar