miércoles, 31 de agosto de 2011

Por un puñado de euros

Pobre de mi compañero Carlos. Hace dos meses y medio se le mató un obrero en su primer trabajo. Lo de "se le mató" es literal. Se suicidó, aunque en los partes de los seguros aparece como un accidente laboral  y todas las consecuencias las está pagando él.

Una obra debe ser un lugar seguro. Debes poder caminar por medio de ella sin correr peligro de ninguna clase, pero en este caso, en lugar de luchar contra la fuerza de la gravedad o cualquier otra fuerza de la naturaleza, se estaba luchando contra la voluntad de una persona que, simplemente, quiso dejar de vivir. Dos días antes del suicidio, unos compañeros del obrero lo vieron discutir acaloradamente con su padre. El hombre le estaba pidiendo dinero para pagar la hipoteca y el hijo, que estaba a punto de quedarse sin trabajo porque era encofrador y la estructura del edificio se estaba acabando, dada la falta de oportunidades incluso para los mejores, le aseguró que, muy a su pesar, no podía hacerle el préstamo. Cuando desencofraron la cubierta del castillete del edificio, el hombre se subió a ella, cogió carrerilla para evitar la red de seguridad e hizo vuelo libre hasta el suelo, 24 metros más abajo... Ahora la familia del encofrador destrozada, sobre todo el padre, y mi compañero destrozado por la responsabilidad de haberse producido una muerte en su obra. Y todo por un puñado de euros.

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