domingo, 10 de abril de 2011

Herencia inesperada

Mi abuela paterna murió el mes pasado. Era una completa desconocida para mí. Creo que la vi cinco veces en este estrecho margen de vida que compartimos en este mundo. La distancia física y aún más la mutua antipatía que se profesaban ella y mi madre, hizo que los encuentros fueran casi imposibles. Según mi madre, las rencillas vienen desde que me bautizaron con el nombre de Rebeca (en honor a la malvada de la película de Alfred Hitchcock). Yo debería haberme llamado Angustias, María o Francisca, o Angustias María Francisca, como ella  (mi abuela paterna). Pero mi madre se negó a seguir la tradición familiar y obligarme a heredar unos nombres tan feos (según su criterio). Yo, la verdad, hubiera preferido llamarme María  a Rebeca. Angustias me hubiera molestado (imagino las bromas infantiles en el colegio) y Francisca me parece excesivamente feo.

La semana pasada me hicieron subir a Barcelona (donde vivía mi abuela) para la apertura del testamento. Sólo había dos herederas (aunque mi abuela tenía bastante familia). Lo que me legó, ya me lo anunciaron antes del desplazarme, no tenía valor (al menos para quien me informó de ello). Era una caja metálica llena de fotografías antiguas (muy antiguas).


El señor de la fotografía es el abuelo de mi padre: Don Jerónimo Osorio Aguilera-López de las Casas (no sé de dónde sacó tanto apellido ni dónde se lo dejó su descendencia). 

¿Por qué me dejó mi abuela la caja llena de fotografías? ¿Por qué a mí? Tiene un montón de nietos más cercanas a las que veía con regularidad. ¿Tendría remordimientos de conciencia por el enfado infantil debido al nombre? ¿Esperaría que yo hiciera algo con esas fotos? 


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