viernes, 11 de febrero de 2011

Divagaciones

Tú no eres de aquí, ¿verdad? Hoy me lo han preguntado cinco personas. Aunque podría decirse que es más una afirmación que un interrogación. No eres de aquí. Me limito a decir que no, porque es lo más fácil y si siguen teniendo curiosidad, en Málaga digo que soy de Granada, en Granada que soy de Barcelona y en Barcelona que soy de Madrid (aunque es una ciudad que solo la he pisado cinco veces y tres únicamente iba de paso). ¿De dónde soy realmente? Mi DNI dice que nací en Barcelona. Pero eso sólo fue un hecho accidental. Creo que el único lugar al que me he sentido atada en alguna ocasión fue al Destacamento de Aviación de Bobadilla Estación. Pero es tan agotadora de contar esa historia, e insulsa, que prefiero seguir siendo de cualquier otro lugar al que estoy cuando la gente me pregunta. Puede que esa sea la razón por la que me siento algo perdida. Pensaba que cuando una se hacía adulta, las inseguridades y los miedos desaparecían.

2 comentarios:

  1. BK, vengo del blog de AMM.
    Eso del Destacamento de Aviación de Bobadilla Estación merece una explicación. Uno no puede decir una cosa así y quedarse tan pancho, sin dar más detalles. Comprenderás que no es tan frecuente mencionar tal lugar como el de pertenencia. Y encima dices que la historia es agotadora e insulsa, lo cual no hace más que añadirle interés. Por favor, no me dejes con esta intriga.

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  2. Hola, Ángela. Yo también suele ser asidua del blog de AMM, aunque últimamente, por el trabajo, apenas tengo tiempo para leer algunos comentarios.

    La historia del Destacamento de Aviación tiene poco misterio. Mi padre era militar y falleció de cáncer dejando a mi madre con cuatro hijos y una pensión que era una birria. Durante cinco años los militares permitieron que mi madre regentara la cantina del Destacamente, y como ese lugar está más allá de todas partes, en mitad de ningún lado, vivíamos dentro del recinto. Yo lo recuerdo con cariño. Me gustaba mucho vivir allí, aunque ahora sé que no era el más adecuado. Teníamos plena libertad para movernos por todas partes dentro de los límites de la alambrada que vallaba el Destacamento. Era pleno campo y estaba lleno de bichos, aunque los únicos peligrosos eran unos alacranes pequeñitos y negros que si te picaban, tenías que correr a la enfermería a que te pincharan. Para las picaduras de las abejas utilizábamos barro con orina y estábamos tan acostumbrados que ni llorábamos ya. Con cinco o seis años, ya sabíamos distinguir el calibre de las balas y los galones de la graduación de los militares, y como uno de los soldados que hacía guardia en una de las garitas del perímetro, se suicidó y nadie nos prohibió ir a echar una ojeada, también sabíamos qué hace una bala en el cráneo de una persona... Ahora, aunque quisiera hacer una visita a aquel lugar de mi infancia, no podría porque para entrar debes tener una justificación y creo que querer recordar el pasado, no es una razón con suficiente fundamento.

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